ctividad ofensivamente contra los rebeldes, hubiera podido sofocarse
con el escarmiento de pocos el atrevimiento de los demas. En cuyas
alteraciones y etiquetas, suscitadas indebidamente en tan criticas
circunstancias, pasaron algun tiempo: hasta que fue creciendo el
cuidado, con motivo de haber mandado la Audiencia secretamente, y sin el
conocimiento que le correspondia a Flores, prender al reo Tomas Catari,
lo que egecuto D. Manuel Alvarez en el Asiento de Ahullagas, en virtud
del auto proveido en acuerdo reservado que se celebro con todo sigilo,
atropellando las prudentes disposiciones del Virey, y desairandole
cruelmente, porque tal proceder era opuesto a sus providencias y a las
facultades que tenia concedidas a aquel Comandante.
Este suceso lleno de regocijo a la ciudad de la Plata, y no fue de poca
satisfaccion a sus ministros, porque todos creian que cortada aquella
cabeza, pasase la inquietud, y que un hecho de esta naturaleza podia
servirles de escudo para cubrirse de sus primeros yerros y desacreditar
la conducta del Comandante militar: porque no solo habia concurrido a
el, sino que tenia significado, no era conveniente en aquella ocasion,
antes bien proponia se empleasen los medios politicos que eran mas
oportunos en tan criticas circunstancias, en que se debia sacar todo el
partido posible de la autoridad y fuerzas que ya habia adquirido el
delincuente, en tanto se acopiaban armas y municiones para resistirle,
motivos porque ocultaron su determinacion. Pero a poco tiempo se
desaparecio aquella alegria, desvaneciendose sus concebidas esperanzas
con las desgraciadas muertes del dicho D. Manuel, y del Justicia Mayor,
D. Juan Antonio Acuna, que con una corta escolta conducian preso a aquel
rebelde: quienes, viendose inopinadamente atacados en la cuesta de
Chataquilay, y que era muy dificultoso conservar su persona con
seguridad, determinaron matarle antes de intentar la resistencia, sin
que bastase despues el esfuerzo a salvar ninguno de los que le
conducian; creciendo el espanto y susto con haberse acercado
inmediatamente los indios agresores a la ciudad para cercarla, campando
dos leguas de ella, en los cerros de la Punilla, mas de 7,000,
capitaneados por Damaso y Nicolas Catari, hermanos del difunto Santos
Achu, Simon Castillo y otros caudillos. Con cuyo hecho desgraciado vario
el modo de pensar de la Audiencia, que empleo todos los recursos
imaginables para ocultar habia sido suya aquella providencia,
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