que habia formado en un nivel superior a la
ciudad, rompe los diques, e inunda la poblacion, destruyendo de un modo
irresistible todos sus medios de defensa.
Quedaba la Paz, cercada por segunda vez por la famosa _Bartolina_,
muger, o concubina de Catari. Valiendose del arbitrio empleado contra
Sorata, los sitiadores hacen represas en el rio que pasa por la ciudad,
y forman una inundacion que rompe sus puentes, y causa los mayores
estragos. Tal vez hubiera tenido que ceder su intrepido defensor
Segurola, sino hubiese aparecido Reseguin, que venia a socorrerle con
5,000 hombres, llenos de entusiasmo por un triunfo que acababan de
reportar en Yaco.
Tantos trabajos habian postrado a este incansable oficial, que por
primera vez desde su salida de Montevideo, se veia forzado a interrumpir
sus tareas. Aun no habia convalecido de una grave enfermedad que le
habia asaltado, cuando llega a la Paz la noticia de una fuerza que
Tupac-Catari organizaba en las Penas. Debil, y extenuado por sus
padecimientos, Reseguin halla en su alma vigor bastante para reanimar
sus fuerzas abatidas. Empuna su espada, alcanza a los rebeldes, los
derrota, y cual otro Mariscal de Sajonia en la batalla de Fontenoi,
entra al pueblo de las Penas, cargado en hombros de sus soldados.
Tan leal como valiente, respetaba las personas de los que se habian
amparado del perdon ofrecido por el Virey de Lima. Pero un oidor de
Chile, que le acompanaba en calidad de _consultor_, complicando a los
indultados en el proceso que seguia de oficio contra Tupac-Catari, mando
prender a todos, e hizo destrozar vivo en la Paz a este caudillo.
De todas las cabezas principales de esta revolucion no quedaba mas que
Diego Cristoval Tupac-Amaru, a quien estos rasgos de perfidia hacian
desconfiar de las promesas de los espanoles. Pero, arrastrado de su
destino, se dejo persuadir a entregarse voluntariamente al General Valle
en su campamento de Sicuani; y no tardo en arrepentirse de esta
confianza. Vivia retirado y tranquilo en el seno de su familia, cuando
se le asecho y prendio para someterle a un juicio, en que, por crimenes
imaginarios, se le condeno a perecer barbaramente en un cadalso.
Areche, Medina y Mata-Linares, autores de tantas atrocidades, recibieron
honores y aplausos: pero el aspecto de las victimas, sus ultimos
lamentos, sus miembros palpitantes, sus cuerpos destrozados por la
fuerza de los tormentos, son recuerdos que no se borran tan facilmente
de la memoria
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