edictos de las insufribles extorsiones que
padecia la nacion, las abultadas pensiones que injustamente toleraba,
los agravios que se repetian en las aduanas, y estancos establecidos:
que los indios eran victima de la codicia de los corregidores, quienes
buscaban todos los medios de enriquecer, sin reparar en las injusticias
y vejaciones que originaban, cuyas modestas quejas, con que muchas veces
les representaron sus excesos, no sirviesen de otra cosa que de incitar
la ira y la venganza; y en fin que todo era injusticia, tirania y
ambicion: que su intento estaba unicamente reducido a buscar el bien de
la Patria, con esterminio de los inicuos y ladrones. Asi se esplicaba
este rebelde, para seducir a los pueblos, engrosando su partido, y con
mano armada pasando a los filos de su colera a cuantos se le oponian,
invadio las provincias de Azangaro, Carabaya, Tinta, Calca y
Quispicanchi, que por fuerza o de grado se declararon sus partidarias, a
cuyo ejemplo siguieron el mismo rumbo las de Chucuito, Pacajes,
Omasuyos, Larecaja, Yungas y parte de las de Misque, Cochabamba y
Atacama. Siendo ya general la sublevacion, se experimentaron tragicos o
inauditos sucesos, para cuya descripcion era necesario sudase sangre la
pluma, y fuesen los caracteres nuestras lagrimas.
Con los muchos indios que se habian juntado a Tupac-Amaru, y las armas
de que ya se habia apoderado, resolvio ir sobre el Cuzco, con el fin de
posesionarse de esta ciudad, y logrado su intento, coronarse en ella,
por ser la antigua capital del imperio peruano, con todas las
solemnidades que imitasen la costumbre de sus antiguos poderes. Se
habian acogido a esta poblacion muchos fugitivos de las provincias
inmediatas, que atemorizados de los estragos que ocasionaba el tirano,
no pensaban sino en salvar sus vidas por aquel medio: y cuando estaban
imaginando abandonar la ciudad, y que era en vano intentar resistir al
rebelde, lo impidio D. Manuel Villalta, corregidor de Abancay, que habia
servido en el real ejercito con el grado de Teniente Coronel. Este
animoso oficial, despreciando los temores, y con la experiencia de su
profesion, levanto aquellos espiritus abatidos, echo mano de las
milicias, y ordeno las cosas de manera que dificultasen el proyecto del
rebelde: a que contribuyeron mucho los caciques de Tinta y Chicheros,
Rozas y Pumacagua, cuya lealtad y la de los Chuquiguancas, brillo como
un astro luminoso en medio de la negra oscuridad de la rebelion,
ofrecien
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