lo en el puno. En
efecto: Javier, que asi se llamaba el muchacho, hubiera sido obispo,
porque su familia tenia gran influencia. Pero el chico, que no amaba los
habitos y se sentia impresionado por las nuevas ideas, hizo su hatillo,
y falto de dineros, aunque no de osadia, se puso en camino, y se planto
en Madrid el mismo bendito ano de 1820. Vago por las calles solo; pero
pronto tuvo bastantes amigos; escribio a su abuelita, que le concedio un
medio perdon y algunos cuartos (pocos, porque la familia, aunque la mas
noble del territorio leones, se hallaba en situacion muy precaria);
marcho despues a Zaragoza, donde vivio algunos meses, figurando mucho en
los clubs democraticos, y volvio despues a la Corte, no muy bien comido
ni bebido, pero alegre en demasia. Escribia en _El Universal_ furibundos
articulos, y contento con su poquito de gloria, iba pasando la vida,
pobre, aunque bien quisto. Cautivaba a todos por la amabilidad de su
caracter y lo generoso de sus sentimientos. En politica profesaba
opiniones muy radicales, y pertenecia a la fraccion llamada entonces
_exaltada_.
En la misma militaba el segundo de estos tres amigos que describimos, el
cual era andaluz, de veintres anos, delgado, pequeno y flexible. En
Ecija, su patria, pasaba el tiempo escribiendo verbos a Marica, a
Ramona, a Paca, a la fuente, a la luna y a todo. Pero todo causa, y la
poesia a secas no es de lo que mas entretiene: un dia se encontro
aburrido y penso salir del pueblo. Paso por alli a la sazon el ejercito
de Riego, y aquellas tropas excitaron su curiosidad.
Pregunto; le dijeron que eran los soldados de la libertad, y esto resono
en sus oidos con cierta agradable armonia. "Me voy con ellos", dijo a
sus padres. Estos eran muy pobres, y contestaron: "Hijo, vete con Dios,
y que El te haga bueno y feliz; portate bien, y no te olvides de
nosotros."
El poeta siguio el ejercito, llorando sus padres, y aun es fama que
lloraron a escondidas tres de las chicas mas guapas de Ecija. Al llegar
a Madrid, el joven volvio a ser poeta, y entonces hacia versos al Rey
cuando abria las Cortes, a Amalia, a Riego, a Alcala Galiano, a Quiroga,
a Argueelles. En su vida cortesana, este poeta, que, como despues
veremos, pertenecia a la escuela clasica en todo su vigor, paso algunos
clasicos apurillos; mas despues, escribiendo en casa de un abogado,
desempenando funciones modestas en el periodico _El Censor_, vivia
siempre alegre, siempre poeta, siempre clasico, ap
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