reloj, que contaba con
tristisimo compas la vida en el testero de la sala.
--No abrais a nadie: cuidado, cuidado con la puerta. Echad todos
los cerrojos. Cuando venga mi sobrino, dadle algo que comer y que
me aguarde.
--?Pero como va usted a salir con esos alborotos?--dijo Clara con
temor.--No nos deje usted solas: tenemos mucho miedo.
--iA mi ?Que me han de hacer a mi? iAy de ellos!--murmuro con ahogado
furor.--Tened cuidado con la puerta os repito.
Y despues, como hablando consigo mismo, dijo en voz baja:
--Si es preciso tomar una determinacion ... buena determinacion.
Clara pudo oirlo, y penso en la comoda, en el traje, en las flores, en
el cuchillo y en la determinacion, en aquella maldita determinacion que
no conocia. Pero aun esto, que la tuvo cabizbaja y melancolica un buen
rato, no fue bastante para quitarle la felicidad que aquel dia rebosaba
en su alma.
CAPITULO IX
#Los primeros pasos#.
Los grupos de la calle crecian. La poblacion toda presentaba ese aspecto
extrano y desordenado que no es tumulto popular, pero si lo que le
precede. Era el 18 de Septiembre de 1821. La mayor parte de los
habitantes de Madrid estaban en la calle. El ansioso ?que hay? salia de
todas las bocas. En tales ocasiones basta que se paren dos para que en
seguida se vayan adhiriendo otros hasta formar un espeso grupo. Entonces
todos los que vemos nos parecen _malas caras_. El accidente mas curioso
en tales dias es el que ofrece la llegada de la persona que se supone
enterada de lo que va a haber. Rodeanle: el _enterado_ se hace de rogar,
principia a hablar en lenguaje simbolico para aumentar la curiosidad,
sienta por base que sin la mas profunda discrecion y la promesa de
guardar el secreto, no puede decir lo que sabe. Todos le juran por lo
mas sagrado que guardaran el secreto, y, por fin, el hombre empieza a
contar la cosa con mucha obscuridad; excitado por los oyentes, se decide
a ser claro, y les encaja tres o cuatro bolas de tente-tieso, que los
otros se tragan con avidez, desbandandose en seguida para ir a vomitarla
en otros grupos: tan indigestos son esta clase de secretos.
La tarde a que nos referimos era casualmente cierto lo que nuestro amigo
Calleja, _enterado_ oficial de la _Fontana_, contaba en uno de los
grupos formados en la Carrera.
--Pues que, ?no saben ustedes?--decia bajando la voz y haciendo unos
gestos dignos del unico espartano que, escapado en las Termopilas, llevo
a Atenas la
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