toda vida,
en las inmediaciones de la muralla de rocas y espumas que muy pocos osan
pasar.
El emperador murio a los pocos anos en este destierro de un modo
obscuro. Aun vivian las familias de los catorce o quince millones de
seres que habian muerto a causa de sus guerras y sus ambiciones. Luego,
con el transcurso de los anos, el vulgo, que necesita para vivir el
culto de los heroes y cuando no los tiene los inventa, ha glorificado a
Eulame, convirtiendo sus matanzas en hazanas gloriosas y dando un
caracter casi divino a su recuerdo.
Yo puedo ensenarle, gentleman, como unos cincuenta mil libros escritos
para glorificar a Eulame y narrar sus hazanas. Sin embargo, su herencia
no pudo resultar mas fatal. Este fabricante de guerras hizo lo necesario
antes de desaparecer para que nuestro mundo se viese condenado
eternamente a la guerra.
El congreso reunido en Mildendo intento un nuevo reparto de las
naciones, dividiendo las antiguas conquistas de Eulame; pero este
arreglo fue un semillero de futuras peleas. Todos los vencedores
hablaban de la paz a gritos, pero cada uno procuraba vivir mas armado
que los otros, y al sentirse con mayores fuerzas exigia una porcion mas
considerable en el reparto.
Abreviare mi relato, gentleman, pues me duele recordar este periodo, el
mas vergonzoso de nuestra historia. Los pueblos vivian regidos por los
hombres; las armas estaban en manos de los hombres; el trabajo lo
organizaban y reglamentaban los hombres ... ?que otra cosa podia
ocurrir?...
Los herederos del emperador organizaron cada uno a su placer el pedazo
de tierra que les toco en el reparto. Algunas naciones se constituyeron
en Republica; otras fueron monarquias; unas cuantas, con el titulo de
Imperios, restauraron la autoridad despotica y terriblemente paternal de
los antiguos soberanos.
Nuestra nacion, al recobrar sus primitivos limites, creyo oportuno
quedarse con dos provincias de Blefuscu, fundandose en confusos derechos
historicos. Durante varios anos los de Blefuscu solo pensaron en
recobrar estas provincias, como si les fuese imposible la vida sin
ellas. Las recordaban en sus cantos patrioticos; no habia ceremonia
publica en que no las llorasen; los muchachos, al entrar en la escuela,
lo primero que aprendian era la necesidad de morir algun dia para que
las provincias cautivas recobrasen su libertad; los hombres organizaban
su existencia con el pensamiento fijo de que eran soldados de una guerra
futura. Y al fin
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