sistente, que, precedido
de los ministriles, fue uno de los primeros a subir a la tribuna, y
que, palido y con muestras de profundo pesar, se dirigia al puesto en
donde le esperaba el arzobispo, ansioso, como todos, por saber la
causa de aquel desorden.
--?Que hay?
--Que maese Perez acaba de morir.
En efecto, cuando los primeros fieles, despues de atropellarse por la
escalera, llegaron a la tribuna, vieron--al pobre organista caido de
boca sobre las teclas de su viejo instrumento, que aun vibraba
sordamente, mientras su hija, arrodillada a sus pies, le llamaba en
vano entre suspiros y sollozos.
III
--Buenas noches, mi senora dona Baltasara; ?tambien usarced[1] viene
esta noche a la Misa del Gallo? Por mi parte tenia hecha intencion de
irla a oir a la parroquia; pero lo que sucede... ?Donde va Vicente?
Donde va la gente.[2] Y eso que, si he de decir la verdad, desde que
murio maese Perez, parece que me echan una losa sobre el corazon
cuando entro en Santa Ines... iPobrecito! iEra un santo!... Yo de mi
se decir, que conservo un pedazo de su jubon como una reliquia, y lo
merece... pues en Dios y en mi anima, que si el senor arzobispo tomara
mano en ello, es seguro que nuestros nietos le verian en los
altares.[3] ... Mas icomo ha de ser!... A muertos y a idos, no hay
amigos.[4] ... Ahora lo que priva es la novedad... ya me entiende
usarced. iQue! ?No sabe nada de lo que pasa? Verdad que nosotras nos
parecemos en eso; de nuestra casita a la iglesia, y de la iglesia a
nuestra casita, sin cuidarnos de lo que se dice o dejase de decir...
solo que yo, asi... al vuelo... una palabra de aca, otra de aculla...
sin ganas de enterarme siquiera, suelo estar al corriente de algunas
novedades.... Pues, si senor; parece cosa hecha que el organista de
San Roman,[5] aquel bisojo, que siempre esta echando pestes de los
otros organistas; aquel perdulariote, que mas parece jifero de la
puerta de la Carne[6] que maestro de solfa, va a tocar esta
Noche-Buena en lugar de maese Perez. Ya sabra usarced, porque esto lo
ha sabido todo el mundo y es cosa publica en Sevilla, que nadie queria
comprometerse a hacerlo. Ni aun su hija que es profesora, y despues de
la muerte de su padre entro en el convento de novicia. Y era natural:
acostumbrados a oir aquellas maravillas, cualquiera otra cosa habia de
parecernos mala, por mas que quisieran evitarse las comparaciones.
Pues cuando ya la comunidad habra decidido que, en honor del difunt
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