esonar bajo las altas bovedas de aquel
recinto el metalico son de sus acicates de oro. Uno de los que
componian el tribunal con voz lenta e insegura, le pregunto su nombre,
y todos prestaron el oido con ansiedad para no perder una sola palabra
de su respuesta; pero el guerrero se limito a encoger sus hombros
ligeramente con un aire de desprecio e insulto, que no pudo menos de
irritar a sus jueces, los que se miraron entre si sorprendidos.
[Footnote 1: elevaran, dirigiera. See p. 16, note 3.]
Tres veces volvio a repetirle la pregunta, y otras tantas obtuvo
semejante o parecida contestacion.
--iQue se levante la visera! iQue se descubra! iQue se descubra!
comenzaron a gritar los vecinos de la villa presentes al acto. iQue se
descubra! iVeremos si se atreve entonces a insultarnos con su desden,
como ahora lo hace protegido por el incognito!
--Descubrios, repitio el mismo que anteriormente le dirigiera[1] la
palabra.
[Footnote 1: elevaran, dirigiera. See p. 16, note 3.]
El guerrero permanecio impasible.
--Os lo mando en el nombre de nuestra autoridad.
La misma contestacion.
--En el de los condes soberanos.'[1]
[Footnote 1: condes soberanos. See p. 121, note i, and p. 123,
1.22.]
Ni por esas.[1]
[Footnote 1: Ni por esas = 'Nor did these (threats) avail.']
La indignacion llego a su colmo, hasta el punto que uno de sus
guardas, lanzandose sobre el reo, cuya pertinacia en callar bastaria
para apurar la paciencia a un santo, le abrio violentamente la visera.
Un grito general de sorpresa se escapo del auditorio, que permanecio
por un instante herido de un inconcebible estupor.
La cosa no era para menos.
El casco, cuya ferrea visera se veia en parte levantada hasta la
frente, en parte caida sobre la brillante gola de acero, estaba
vacio...completamente vacio.
Cuando pasado ya el primer momento de terror quisieron tocarle, la
armadura se estremecio ligeramente, y descomponiendose en piezas, cayo
al suelo con un ruido sordo y extrano.
La mayor parte de los espectadores, a la vista del nuevo prodigio,
abandonaron tumultuosamente Ia habitacion y salieron despavoridos a la
plaza.
La nueva se divulgo con la rapidez del pensamiento entre la multitud,
que aguardaba impaciente el resultado-del juicio; y fue tal la alarma,
la revuelta y la voceria, que ya a nadie cupo duda sobre lo que de
publica voz se aseguraba, esto es, que el diablo, a la muerte del
senor del Segre, habia heredado los
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