nidas armas veian dos dedos de luz, se encajaban, y
pian pianito volvian a tomar el trote y emprender de nuevo sus
excursiones por montes y llanos, que era una bendicion del cielo.
Aquello era el cuento de nunca acabar.[1]
[Footnote 1: Aquello era el cuento de nunca acabar = 'It was a
never-ending story.' One of the sort that seems to reach a climax
only to begin over again.]
En tan angustiosa situacion, los vecinos se repartieron entre si las
piezas de la armadura, que acaso por la centesima vez se encontraba en
sus manos, y rogando[1] al piadoso eremita, que un dia los ilumino con
sus consejos, decidiera lo que debia hacerse de ella.
[Footnote 1: y rogando. A careless and incorrect construction which
leaves the sentence incomplete. Better y rogaron. Notice the
omission of the conjunction que before the subjunctive decidiera.
This is a frequent Spanish usage.]
El santo varon ordeno al pueblo una penitencia general. Se encerre por
tres dias en el fondo de una caverna que le servia de asilo, y al cabo
de ellos dispuso que se fundiesen las diabolicas armas, y con ellas y
algunos sillares del castillo del Segre, se levantase una cruz.
La operacion se llevo a termino, aunque no sin que nuevos y
aterradores prodigies llenasen de pavor el animo de los consternados
habitantes de Bellver.
En tanto que las piezas arrojadas a las llamas comenzaban a
enrojecerse, largos y profundos gemidos parecian escaparse de la ancha
hoguera, de entre cuyos troncos saltaban[1] como si estuvieran vivas y
sintiesen la accion del fuego. Una tromba de chispas rojas, verdes y
azules danzaba en la cuspidede sus encendidas lenguas, y se retorcian
crujiendo como si una legion de diablos, cabalgando sobre ellas,
pugnasen por libertar a su senor de aquel tormento.
[Footnote 1: saltaban. The antecedent must be piezas, although it is
too remote to be obvious. Such loose constructions are not to be
recommended. ]
Extrana, horrible fue la operacion, en tanto que la candente armadura
perdia su forma para tomar la de una cruz.
Los martillos, caian resonando con un espantoso estruendo sobre el
yunque, al que veinte trabajadores vigorosos sujetaban las barras del
hirviente metal, que palpitaba y gemia al sentir los golpes.
Ya se extendian los brazos del signo de nuestra redencion, ya
comenzaba a formarse la cabecera, cuando la diabolica y encendida masa
se retorcia de nuevo como en una convulsion espantosa, y rodeandos
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