s de serafines; mil himnos a la vez, que al confundirse
formaban uno solo, que, no obstante, era no mas el acompanamiento de
una extrana melodia, que parecia flotar sobre aquel oceano de
misteriosos ecos, como un jiron de niebla sobre las olas del mar.
Luego fueron perdiendose unos cantos, despues otros; la combinacion se
simplificaba. Ya no eran mas que dos voces, cuyos ecos se confundian
entre si; luego quedo una aislada, sosteniendo una nota brillante como
un hilo de luz.... El sacerdote inclino la frente, y por encima de su
cabeza cana y como a traves de una gasa azul que fingia el humo del
incienso, aparecio la Hostia a los ojos de los fieles. En aquel
instante la nota que maese Perez sostenia trinando, se abrio, se
abrio, y una explosion de armonia gigante estremecio la iglesia, en
cuyos angulos zumbaba el aire comprimido, y cuyos vidrios de colores
se estremecian en sus angostos ajimeces.
De cada una de las notas que formaban aquel magnifico acorde, se
desarrollo un tema; y unos cerca, otros lejos, estos brillantes,
aquellos sordos, diriase que las aguas y los pajaros, las brisas y las
frondas, los hombres y los angeles, la tierra y los cielos, cantaban
cada cual en su idioma un himno al nacimiento del Salvador.
La multitud escuchaba atonita y suspendida. En todos los ojos habia
una lagrima, en todos los espiritus un profundo recogimiento.
El sacerdote que oficiaba sentia temblar sus manos, porque Aquel que
levantaba en ellas, Aquel a quien saludaban hombres y arcangeles era
su Dios; era su Dios, y le parecia haber visto abrirse los cielos y
trasfigurarse la Hostia.[1]
[Footnote 1: trasfigurarse la Hostia. See p. 101, note 2.]
El organo proseguia sonando; pero sus voces se apagaban gradualmente,
como una voz que se pierde de eco en eco, y se aleja, y se debilita al
alejarse, cuando de pronto sono un grito en la tribuna, un grito
desgarrador, agudo, un grito de mujer.
El organo exhalo un sonido discorde y extrano, semejante a un sollozo,
y quedo mudo.
La multitud se agolpo a la escalera de la tribuna, hacia la que,
arrancados de su extasis religiose, volvieron la mirada con ansiedad
todos los fieles.
--?Que ha sucedido? ?que pasa? se decian unos a otros, y nadie sabia
responder, y todos se empenaban en adivinarlo, y crecia la confusion,
y el alboroto comenzaba a subir de punto, amenazando turbar el orden y
el recogimiento propios de la iglesia.
--?Que ha sido eso? preguntaban las damas al a
|