el gascon, a quien tanta tristeza y tanto
reposo imponian.
--No nos vayan a oir--advirtio Bautista.
--iCa!--y el gascon canto:
iOan! iOan! lus de deuan
lus de darrer que seguiran.
Lus de darrer oan, oan,
que seguiran a trot de can.
(iAdelante! Adelante, los de delante y los de atras que seguiran. Los de
atras, adelante, adelante, que seguiran al trote de can!)
Era esta una vieja cancion gascona para medir la marcha; muy buena para
el llano, pero poco oportuna en aquellos vericuetos.
Bautista, animado por el ejemplo del gascon, canto un zortzico vasco
frances, que decia asi:
Gau erdi da
errico orenean
inon ez da
arguiric lurrean
ez diteque
mendian adi deuzic
aicearen
arrabotza baicic.
(Es media noche en el reloj del pueblo, en ninguna parte hay luz, en la
tierra; no se puede, en el monte, oir mas que el rumor estruendoso del
viento.)
La cancion de Bautista era de una salvaje melancolia; Martin lanzo un
grito, el _irrintzi_, como una larga carcajada, o un relincho salvaje
terminado en una risa burlona. Capistun, como protestando, canto:
Del castelet a l'aube
sort Isabeu,
es blanquette sa raube
como la neu.
(Del castillete, al alba, sale Isabel; es blanquita su ropa como la
nieve.)
A Martin y a Bautista no les gustaban las canciones del gascon que les
parecian empalagosas, y a este tampoco las de sus amigos, a las cuales
encontraba siniestras. Discutieron acerca de las excelencias de sus
respectivos paises, pasando de los cantos populares a hablar de las
costumbres y de la riqueza.
Iba a amanecer; comenzaban a acercarse a Vera, cuando se oyeron a lo
lejos varios tiros.
--?Que pasa aqui?--se preguntaron.
Tras de un instante se volvieron a oir nuevos tiros y un lejano sonido
de campanas.
--Hay que ver lo que es.
Decidieron como mas practico que Capistun, con las cuatro mulas, se
volviera y se encaminara despacio hacia la choza de carabineros donde
habian pasado la noche. Si no ocurria nada en Vera, Bautista y Zalacain
retornarian inmediatamente. Si en dos horas no estaban alla, Capistun
debia ganar la frontera y refugiarse en Francia: en Biriatu, en Zaro,
donde pudiese.
Las mulas volvieron de nuevo camino del puerto, y Zalacain y su cunado
comenzaron a bajar del monte en linea recta, saltando, deslizandose
sobre la nieve, a riesgo de despenarse. M
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