an los tapices, la otra sobre
los brunidos gavilanes del estoque o acariciando el pomo del cincelado
punal, los caballaros veinticuatros,[2] con gran parte de lo mejor de
la nobleza sevillana, parecian formar un muro, destinado a defender a
sus hijas y sus esposas del contacto de la plebe. Esta, que se agitaba
en el fondo de las naves, con un rumor parecido al del mar cuando se
alborota, prorrumpie en una aclamacion de jubilo, acompanada del
discordante sonido de las sonajas y los panderos, al mirar aparecer al
arzobispo, el cual, despues de sentarse junto al altar mayor bajo un
solio de grana que rodearon sus familiares, echo por tres veces la
bendicion al pueblo.
[Footnote 1: duenas. See p.67, note 1.]
[Footnote 2: veinticuatros. See p. 96, note 4.]
Era la hora de que comenzase la Misa.
Trascurrieron, sin embargo, algunos minutos sin que el celebrante
apareciese. La multitud comenzaba a rebullirse, demostrando su
impaciencia; los caballeros cambiaban entre si algunas palabras a
media voz, y el arzobispo mando a la sacristia uno de sus familiares a
inquirir el por que no comenzaba la ceremonia.
--Maese Perez se ha puesto malo, muy malo, y sera imposible que asista
esta noche a la Misa de media noche. Esta fue la respuesta del
familiar.
La noticia cundio instantaneamente entre la muchedumbre. Pintar el
efecto desagradable que causo en to do el mundo, seria cosa imposible;
baste decir que comenzo a notarse tal bullicio en el templo, que el
asistente se puso de pie y los alguaciles entraron a imponer silencio,
confundiendose entre las apinadas olas de la multitud.
En aquelmomento, un hombre mal trazado, seco, huesudo y bisojo por
anadidura, se adelanto hasta el sitio que ocupaba el prelado.
--Maese Perez esta enfermo, dijo: la ceremonia no puede empezar. Si
quereis, yo tocare el organo en su ausencia; que ni maese Perez es el
primer organista del mundo, ni a su muerte dejara de usarse este
instrumento por falta de inteligente.... El arzobispo hizo una senal
de asentimiento con la cabeza, y ya algunos de los fieles que conocian
a aquel personaje extrano por un organista envidioso, enemigo del de
Santa Ines, comenzaban a prorrumpir en exclamaciones de disgusto,
cuando de improviso se oyo en el atrio un ruido espantoso.
--iMaese Phez esta aqui!... iMaese Perez esta aqui!... A estas voces
de los que estaban apinados en la puerta, todo el mundo volvio la
cara.
Maese Perez, palido y desencajado, entra
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