enudas flores. Los melocotoneros extendian a lo largo de las paredes
sus ramas, abiertas en abanico, llenas de capullos. Carlos respiraba el
aire tibio de la noche, cuando oyo un cuchicheo y presto atencion.
Estaba hablando su hermana Catalina, desde la ventana de su cuarto, con
alguien que se encontraba en la huerta. Cuando Carlos comprendio que era
con Martin con quien hablaba, sintio un dolor agudisimo y una impresion
sofocante de ira.
Siempre se habia de encontrar enfrente de Martin. Parecia que el destino
de los dos era estorbarse y chocar el uno contra el otro.
Martin contaba bromeando a Catalina la boda de Bautista y de la Ignacia,
en Zaro, el banquete celebrado en casa del padre del vasco frances, el
discurso del alcalde del pueblecillo...
Carlos desfallecia de colera. Martin le habia impedido conquistar a la
Ignacia y deshonraba, ademas, a los Ohandos siendo el novio de su
hermana, hablando con ella de noche. Sobre todo, lo que mas heria a
Carlos, aunque no lo quisiera reconocer, lo que mas le mortificaba en el
fondo de su alma era la superioridad de Martin, que iba y venia sin
reconocer categorias, aspirando a todo y conquistandolo todo.
Aquel granuja de la calle era capaz de subir, de prosperar, de hacerse
rico, de casarse con su hermana y de considerar todo esto logico,
natural... Era una desesperacion.
Carlos hubiera gozado conquistando a la Ignacia, abandonandola luego,
paseandose desdenosamente por delante de Martin; y Martin le ganaba la
partida sacando a la Ignacia de su alcance y enamorando a su hermana.
iUn vagabundo, un ladron, se la habia jugado a el, a un hidalgo rico
heredero de una casa solariega! Y lo que era peor, iesto no seria mas
que el principio, el comienzo de su carrera esplendida!
Carlos, mortificado por sus pensamientos, no presto atencion a lo que
hablaban; luego oyo un beso, y poco despues las ramas de un arbol que se
movian.
Tras de esto, se vio bajar un hombre por el tronco de un arbol, se vio
que cruzaba la huerta, montaba sobre la tapia y desaparecia.
Se cerro la ventana del cuarto de Catalina, y en el mismo momento
Carlos se llevo la mano a la frente y penso con rabia en la magnifica
ocasion perdida. iQue soberbio instante para concluir con aquel hombre
que le estorbaba!
iUn tiro a boca de jarro! Y ya aquella mala hierba no creceria mas, no
ambicionaria mas, no intentaria salir de su clase. Si lo mataba, todo el
mundo consideraria el suyo un caso de legitim
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