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inta la voz solemne del _Salia_, eterno arrullador de la vega. Carmencita, absorta en su desconsuelo, se levanto de pronto estremecida por un resoplido siniestro, y, toda temblorosa, grito una vez mas: -iLa _netigua_!... De las habitaciones de don Manuel salian ya los chillidos agudos de dona Rebeca, y el ave agorera tendia sobre el azul cobalto de la noche su vuelo silencioso.... El hidalgo de Luzmela habia muerto. SEGUNDA PARTE I Cuatro anos han pasado muy callandito sobre la vida de Carmen. Solo ella sabe que aquel monton de horas esta todo mojado de lagrimas, que no ha reido en su vida ninguna de aquellas cuatro primaveras con el alborozo de las ilusiones, ni ha cantado en su pecho ninguno de aquellos estios la enardecida estrofa de la juventud. El singular testamento de don Manuel de la Torre fue un jiron de locura mansa que, desgarrado del noble corazon del solariego, quedo flotando sobre la cabeza inocente de su hija, como nube de un drama silencioso. Habia quedado Carmencita llena de terror en las manos de dona Rebeca, y dona Rebeca tendia con ansia sus garras de _netigua_ hacia la herencia codiciada, sin poder apresar los caudales, por tener las unas llenas de la carne inocente de la nina, flor de pecado y de dolor. Al consumar don Manuel aciagamente sus propositos de ultima voluntad, exacerbo todas las malas pasiones de su familia y sembro de torturas la senda de Carmen alli donde quiso dejar para ella rosas de piedad y lozanos capullos de ternura. Todos los deseos del de Luzmela quedaron atados en su testamento, dentro de la rigidez del derecho legal, con solida habilidad y prevision, y dona Rebeca hubo de someterse con aparente comedimiento a las disposiciones de su hermano y fingir que cobijaba a Carmen en regazo maternal. Con el tecnicismo severo de las clausulas testamentarias, la senora de Rucanto quedaba sometida al cargo de administradora de la media fortuna del caballero hasta la hora acordada por aquel, y solo a titulo de amparadora de la nina. Por el bienestar de esta velarian las leyes, "sin empecer la accion y facultades conferidas a un rancio solariego de los contornos, nombrado tutor de la pequena y asistido del derecho de retrotraer para la misma el legado de don Manuel en caso de que dona Rebeca no cumpliese las condiciones impuestas por el testador...." Cuando llego a Rucanto la nina de Luzmela, la recibieron los sobrinos de don Manuel con indiferencia
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