cuerpo lacio y consumido de don
Manuel; se erguia en el sillon con mas arrogancia y tenia el semblante
mas placentero y despejado.
Se fue tranquilizando la buena gente de la casa y volvieron en ella las
labores a su centro natural.
Solo en los ojos hechiceros de Carmencita quedo encendida la penosa
expresion de la duda, y a menudo posaba esta llama inquieta en el enigma
de los dias futuros como una interrogacion inconsciente.
V
Don Manuel suena, como la tarde en que le conocimos.
Tambien ahora tiene los ojos abiertos sobre la cabeza gentil de Carmen;
pero la nina no juega ni borda en el salon; esta en el jardin, hundiendo
distraidamente la contera de su sombrilla en las hojas secas amontonadas
por los senderos.
El abrego ha saltado brioso al amanecer, y ha despojado a los arboles de
sus ultimas galas, ya mustias.
Tiene el cielo una intensidad de azul rara en Cantabria; a traves de una
atmosfera de limpidez exquisita, todo el valle y los montes se abarcan
de una sola mirada desde el balcon adonde asoma el de Luzmela su
paciente silla de enfermo.
Algunas veces, sus ojos cargados con las imagenes de sus pensamientos se
alzan un momento al cielo, al monte o sobre el valle, para caer siempre
en extasis de adoracion encima de la nina....
Sonaba....
Veia aquella mujer bella y pura que tenia los ojos y los cabellos lo
mismo que Carmencita; tenia tambien su misma sonrisa serena y su misma
voz de plata. La veia caer acechada, perseguida por el, atropellada por
su loca pasion, y asistia a todo el horror de su vergueenza, a todas las
horas atormentadas de su vida, hasta que esta se extinguio en agonia
tragica.
Con haber amado el tanto a aquella mujer, ?fue ella el grande amor de su
vida?... No: su amor inmenso y puro, supraterreno, inmortal, era la
criatura recogida por compasion, como despojo palpitante de la tremenda
aventura cuya memoria dolia siempre en el corazon del hidalgo. ?Como
pagaria su conciencia aquella deuda enorme? ?Acaso el no fue el unico
culpable? ?No lo fue siempre, en todas las ocasiones en que una mujer
encendio su deseo?...
Con tales remordimientos estaba el de Luzmela perturbado, y por esquivar
tan intima turbacion, o porque fuese aquella para el una hora de
evocaciones aventureras, cayo de pronto en su memoria otra pagina
galante de sus anos mozos.
Esta no habia quedado mojada de lagrimas: risuena y gozosa, fue otra de
sus grandes locuras. Y se iba aplaciendo el sembl
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