vir contigo--y le echo los brazos al cuello con ternura.
El la enlazo en los suyos lleno de emocion, murmurando con la voz
quebrada:
--Pero si yo tuviera que marchar....
La nina, sollozante, respondio al punto:
--No, no, por Dios; llevame entonces contigo.
Rita hacia pucheros y se llevaba a los ojos la punta del delantal, y don
Manuel, incapaz de prolongar aquella escena sin descubrir el profundo
dolor que le poseia, trato de calmar a la nina con tranquilizadoras
palabras.
Cuando Carmen, un poco enganada, alzo la cabeza y miro al hidalgo, le
vio demudado y con el rostro humedecido. Angustiada todavia, le
pregunto:
--?Lloras?...; ?sabes tu llorar?
El trato de sonreir diciendo:
--iSi son lagrimas tuyas!
Y la despidio con un beso muy grande....
En la alta noche, cuando el monumental lecho de roble crujia sacudido
por el convulso llanto del enfermo, murmuraba el triste:
--iQue si se llorar!... iHija mia, hija mia!...
IV
Despues de aquellos primeros ocho dias, la vida en Luzmela recobro su
aspecto acostumbrado.
Carmencita dio sus lecciones con don Juan y bordo su tapiceria en un
extremo del salon bajo la mirada solicita del solariego, que parecia un
poco aliviado de sus achaques.
Salvador hizo al enfermo la cotidiana visita, larga y carinosa, y el
maestro y el cura fueron todas las noches, como de costumbre, a hacerle
un rato la tertulia a don Manuel.
La numerosa servidumbre del palacio, engolfada en el trasiego de las
cosechas, llego casi a olvidar la angustia de aquella manana en que el
notario de Villazon entro solemnemente al despacho del amo, y llegando
poco despues muy descolorido el senorito Salvador, fueron avisados don
Pedro y don Juan, con barruntos de testamento.
Una ansiedad dolorosa habia conmovido a los servidores de la casa, todos
obligados, por innumeros favores, a guardar a su senor una fidelidad
sagrada, y todos capaces de cumplir esta noble obligacion. ?Acertaria el
de Luzmela en los pronosticos que hacia de su muerte? ?Iria a caer ya,
marchito para siempre, aquel unico tronco de la ilustre casa de la Torre
y Roldan?...
Durante algunos dias estos temores pusieron en la vida, siempre
melancolica, de aquella mansion, un sello de tristeza y de inquietud
profundas. Todas las voces se hicieron quedas y suspirantes alrededor
del amo, que, sumido como nunca en sus cavilaciones y anoranzas, cayo en
un abatimiento alarmante.
Pero habiase esponjado de nuevo el
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