tierras que
rodeaban el pueblo de la Presa, pero en escala tan reducida que todas
cabian en el tablero. Y a traves de la diminuta planicie vio de pronto
galopar a un jinete no mas grande que una mosca, que iba saltando con
alegre soltura; la senorita Rojas, vestida de hombre y moviendo el
lazo sobre la cabeza.
Watson se llevo una mano a los ojos, restregandoselos para ver mejor.
iFalsas ilusiones de la noche!
Luego agito sus dedos sobre el papel, como si lo abanicase para
ahuyentar el enganoso panorama, y reaparecio el trazado de los
canales, con sus lineas rojas y azules.
Se sumio otra vez el joven en su monotona labor de dibujante lineal;
pero a los pocos instantes sus ojos volvieron a levantarse del papel.
Ahora creyo ver en el fondo de la habitacion a Celinda montada a
caballo; pero no como una amazona pigmea, sino con su talla ordinaria.
La muchacha le arrojo de lejos su lazo, riendo con aquella risa que
ponia al descubierto su dentadura juvenil, y el norteamericano,
maquinalmente, bajo la cabeza para librarse de la cuerda opresora.
"Estoy sonando--penso--. Esta noche no puedo trabajar. Vamonos a la
cama."
Pero antes de domirse vio el pueblo entero como lo habia contemplado a
la puesta del sol, desde una altura, en compania de Celinda.
Ahora la tierra estaba en la obscuridad, y sobre el telon azul del
horizonte, acribillado de luz, se imagino ver el crecimiento de una
inmensa aparicion: una mujer de grave hermosura, coronada de estrellas
y con una tunica negra de bordados igualmente siderales, que abria
sus brazos gigantescos, arrancando de los jardines del infinito las
flores del ensueno, para derramarlas como una lluvia de petalos
fosforescentes sobre el mundo dormido.
Era la Noche, divinidad misericordiosa que hacia ver a los desterrados
en este rincon del planeta todos los seres amados por ellos.
Como Ricardo Watson estaba solo en el mundo, la Noche escogia para el
la flor mas primaveral... Y el joven, antes de cerrar los ojos, empezo
a conocer la dulce melancolia que acompana siempre al primer amor.
* * * * *
#VI#
Un grupo de chicuelos ceso de jugar en la llamada calle principal,
lanzando gritos de asombro al ver el aspecto extraordinario del
carruaje que, tres veces por semana, o sea los dias de tren, iba y
volvia de la Presa a la estacion de Fuerte Sarmiento.
La misma diversidad etnica de los habitantes del pueblo se notaba en
este grupo in
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