no
estuviese bien atendida, el caso fue que la pobre mujer murio a la
semana del accidente de la barraca, dejando huerfanos a Martin y a la
Ignacia.
CAPITULO VII
COMO TELLAGORRI SUPO PROTEGER A LOS SUYOS
A la muerte de la madre de Martin, Tellagorri, con gran asombro del
pueblo, recogio a sus sobrinos y se los llevo a su casa. La senora de
Ohando dijo que era una lastima que aquellos ninos fuesen a vivir con un
hombre desalmado, sin religion y sin costumbres, capaz de decir que
saludaba con mas respeto a un perro de aguas que al senor parroco.
La buena senora se lamento, pero no hizo nada, y Tellagorri se encargo
de cuidar y alimentar a los huerfanos.
La Ignacia entro en la posada de Arcale de ninera y hasta los catorce
anos trabajo alli.
Martin frecuento la escuela durante algunos meses, pero le tuvo que
sacar Tellagorri antes del ano porque se pegaba con todos los chicos y
hasta quiso zurrar al pasante.
Arcale, que sabia que el muchacho era listo y de genio vivo, le utilizo
para recadista en el coche de Francia, y cuando aprendio a guiar, de
recadista le ascendieron a cochero interino y al cabo de un ano le
pasaron a cochero en propiedad.
Martin, a los diez y seis anos, ganaba su vida y estaba en sus glorias.
Se jactaba de ser un poco barbaro y vestia un tanto majo, con la
elegancia garbosa de los antiguos postillones. Llevaba chalecos de
color, y en la cadena del reloj colgantes de plata. Le gustaba lucirse
los domingos en el pueblo; pero no le gustaba menos los dias de labor
marchar en el pescante por la carretera restallando el latigo, entrar en
las ventas del camino, contar y oir historias y llevar encargos.
La senora de Ohando y Catalina se los hacian con mucha frecuencia, y le
recomendaban que les trajese de Francia telas, puntillas y algunas veces
alhajas.
--?Que tal, Martin?--le decia Catalina en vascuence.
--Bien--contestaba el rudamente, haciendose mas el hombre--. ?Y en
vuestra casa?
--Todos buenos. Cuando vayas a Francia, tienes que comprarme una
puntilla como la otra. ?Sabes?
--Si, si, ya te comprare.
--?Ya sabes frances?
--Ahora empiezo a hablar.
Martin se estaba haciendo un hombreton, alto, fuerte, decidido. Abusaba
un poco de su fuerza y de su valor, pero nunca atacaba a los debiles. Se
distinguia tambien como jugador de pelota y era uno de los primeros en
el trinquete.
Un invierno hizo Martin una hazana, de la que se hablo en el pueblo. La
carretera es
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