para trasladar los alimentos del
Hombre-Montana desde las cocinas hasta los pies de su mesa.
En cada viaje solo llevaba un plato. Al llegar, su motor lanzaba tres
rugidos, e inmediatamente descendia de lo alto un cable con dos ganchos
que sujetaban automaticamente el plato. Una grua fija en el borde de la
mesa subia el enorme redondel de metal repleto de viandas humeantes.
Varios hombres de fuerza se agarraban a sus bordes al verlo aparecer,
empujandolo hasta las manos del coloso.
Gillespie tuvo la esperanza de que esta alimentacion abundante seria
acompanada con algun vino del pais; pero en las tres comidas que llevaba
hechas, la grua solo subio un tonel, que podia servirle de vaso, lleno
de agua. Al ver su gesto de extraneza, la mujer que prestaba servicios
de mayordomo hizo subir un segundo tonel, pero solo contenia leche.
Todas las funciones de su vida estaban previstas y atendidas por la
comision encargada de su cuidado. Detras de la eminencia en cuya cumbre
habia sido construida la Galeria de la Industria se deslizaba un rio que
iba a desembocar cerca del puerto. En este rio anchisimo, que para el
gigante era un riachuelo, podia lavarse y satisfacer otras necesidades
corporales.
Por el frente de la Galeria gozaba a todas horas de un hermoso
espectaculo. Los organizadores de su existencia habian echado abajo la
vidriera que servia de fachada, convirtiendola en una puerta siempre
abierta.
Gillespie admiro en las horas de sol la blanca arquitectura de la
capital, a la que podia llegar con solo varios saltos, y durante la
noche sus esplendidas iluminaciones. Veia entrar y salir en el puerto
los buques, que parecian juguetes de estanque, y llegar por el aire,
sobre la llanura oceanica o sobre las montanas, innumerables maquinas
voladoras llevando sobre sus lomos y sus pintarrajeadas alas pasajeros y
mercancias procedentes de misteriosos paises.
Estos navios aereos anunciaban su llegada nocturna con los rayos de sus
ojos, entrecruzandolos con los rayos de otros aviones, asi como de los
vehiculos terrestres, de las torres de la ciudad y de los navios del
puerto.
Cuando sentia cansancio, despues de esta contemplacion nocturna, se iba
al fondo del edificio para tenderse en un blando colchon formado con dos
mil ochocientos colchones del pais. Tambien podia envolverse en una
manta cuyo grueso estaba formado con cinco de las que empleaban las
muchachas del ejercito cuando salian de maniobras. Esta envoltura hab
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