nteres. Empezaron a abrirse grandes claros en las filas de hombres
con faldas que ocupaban las galerias. El sexo debil demostraba su
fastidio marchandose. Tambien se abrieron vacios cada vez mayores en el
publico de las tribunas parlamentarias. Hasta Gurdilo habia
desaparecido, adivinando que su oposicion nada podia ya encontrar de
aprovechable en esta ceremonia.
Paso un automovil con dos torres negras unidas por un doble puente de
acero del mismo color y que tenian en su parte alta dos lentejas de
cristal a guisa de tejados. El inventario explicaba que estas torres
gemelas eran un aparato optico por medio del cual los Hombres-Montanas
podian ver a largas distancias. Pero los profesores de la Universidad
Central sabian en tal materia mucho mas que los gigantes.
Aparecio otro vehiculo llevando uno de aquellos torreones metalicos que
habian aparecido al principio del desfile. En el cartelon de este habia
pintados unos frutos gigantescos. Un olor de melocoton y de azucar
liquido se esparcio por el patio.
Pero, a pesar de que el olor no era molesto, el publico empezo a
marcharse.
--iYa hay bastante!--decian todos.
Al desvanecerse su curiosidad, se acordaban de las ocupaciones que
habian abandonado, sintiendo por ellas nuevo interes.
El presidente del Consejo llamo al lector del inventario para pedirle
sus papeles, examinandolos. Todos los objetos que aun no habian sido
vistos resultaban semejantes a los otros y carecian de novedad. Se
pusieron de pie los altos senores del gobierno, y cada uno de ellos,
llevando detras a una nina-paje encargada de sostener la cola de su
manto, fue en busca de su correspondiente litera. Redoblaron los
tambores, sonaron las trompetas y la banda de musica, mientras volvia a
formarse el majestuoso cortejo, saliendo del patio en el mismo orden que
habia entrado.
El profesor Flimnap abandono las galerias altas, siguiendo los pasillos
solitarios que conducian a las habitaciones del presidente del Consejo
Ejecutivo.
En un salon encontro a Momaren, que acababa de despojarse de la
vestidura de gran ceremonia, yendo simplemente con su toga de diario y
el gorro de doctor. Este gorro, en vez de una borla llevaba cuatro, para
dar a entender la magnitud sin limites de su sabiduria.
Al ver a Flimnap sonrio protectoramente.
--Los altos senores del gobierno--dijo--estan muy satisfechos de su
discrecion y su cordura. Acaban de perdonarle la vida al gigante, y
quieren que sea usted el enc
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