tales discos
llegaban casi a la cintura de sus guias, y eran de oro macizo, teniendo
por adorno el relieve de una gran aguila con las alas desplegadas y una
especie de escudo con rayas y con estrellas.
Volvio a decaer el interes mientras iban desfilando otros esclavos por
parejas. Cada dos hombres llevaban entre ellos, lo mismo que si fuese un
cartelon anunciador, una faja de papel impreso mucho mas larga que alta.
Todos estos carteles tenian una capa de grasa y de suciedad, en la que
la vista microscopica de los pigmeos veia rebullir pequenisimos
monstruos del mundo microbiano. Los papeles estaban ornados de retratos
de Hombres-Montanas completamente desconocidos por el profesor Flimnap.
Todos ellos ostentaban la palabra "Banco" y una cifra seguida de la
palabra _dollar_.
El sabio profesor osaba emitir en su informe la teoria de que los tales
papeles tal vez representasen algo semejante a la moneda, pero sin poder
comprender su funcionamiento y su utilidad, y extranandose ademas de que
hubiese gentes que los aceptasen en lugar de los discos metalicos.
Tampoco el publico se fijo mucho en tales explicaciones. Deseaban todos
que terminase cuanto antes el desfile de los cartelones grasientos.
Entre las delicadas criaturas que ocupaban las galerias altas hubo
ciertos conatos de desmayo. Las matronas sacaban sus frasquitos de sales
para reanimar el dolorido olfato. En el estrado de los senadores se oyo
la voz del terrible Gurdilo.
--Solo una humanidad inferior--grito--puede llevar en sus bolsillos
semejantes porquerias. No creo que tengan empeno los Hombres-Montanas,
si gozan de sentido comun, en adquirir tales suciedades. Esto debe ser
simplemente un vicio, una mala costumbre del gigante que ha venido a
perturbarnos con su presencia.
Pero una nueva aparicion borro el malestar del publico, imponiendo
silencio al tribuno.
Varios hombres de fuerza avanzaron llevando sobre sus hombros una
especie de cofre cuadrado y muy plano. Parecia de plata, y sobre su cara
superior habia grabado un jeroglifico igual al que adornaba una punta
del panuelo.
El profesor Flimnap ignoraba lo que existia dentro de esta caja enorme.
No se habia creido autorizado para violar su secreto. El jefe de los
mecanicos de la flota aerea estaba alli con varios de sus ayudantes para
abrir el cofre, cuyo cierre habia estudiado durante toda la manana.
Colocaron los esclavos esta caja en el suelo verticalmente, mientras el
ingeniero y sus acoli
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