ccion.
Deseosos de suprimir cuanto antes esta molestia general, los
organizadores del desfile hicieron aparecer en el patio a una veintena
de siervos desnudos, llevando entre ellos, muy tirante y rigida, una
especie de alfombra cuadrada, de color blanco, con un ribete suavemente
azul, y que ostentaba en uno de sus angulos un jeroglifico bordado, que,
segun la declaracion del profesor Flimnap, se componia de letras
entrelazadas.
Aqui la ciencia del universitario se extendia en luminosa digresion para
explicar a sus compatriotas la existencia del panuelo entre los
Hombres-Montanas, el uso incoherente que le dan y las cosas poco
agradables que depositan en el. Pero, como ocurre siempre en las grandes
solemnidades, el publico no presto atencion a las explicaciones del
hombre de ciencia, prefiriendo examinar directamente lo que tenia ante
sus ojos.
Un perfume de jardin que parecia venir de muy lejos empezo a esparcirse
por el patio, haciendo olvidar los densos hedores exhalados por las
torres plateadas. Las senoras y senoritas de las galerias se agitaron
aspirando con deleite esta esencia desconocida. Las mamas hablaban entre
ellas, buscando semejanzas y similitudes con los perfumes de moda entre
el sexo masculino. Algunas concentraban su atencion para poder explicar
en el mismo dia a los perfumistas de la capital la rara esencia del
Hombre-Montana, y que la fabricasen, costase lo que costase.
Luego entraron mas siervos desnudos llevando a brazo nuevos objetos.
Seis de ellos sostenian como un peso abrumador el libro de notas cuyas
hojas habia traducido Flimnap. Despues otros atletas pasaron, rodando
sobre el suelo, lo mismo que si fuesen toneles, varios discos de metal,
grandes, chatos y exactamente redondos, encontrados en los bolsillos del
gigante.
Estos discos eran de diversos tamanos y metales, llevando todos ellos de
relieve en sus dos caras un busto de mujer gigantesco y un ave de rapina
con las alas abiertas. Segun la explicacion del sabio Flimnap, servian
en el pais de los Hombres-Montanas como signos de cambio, y estaban
todos ellos comprendidos bajo el titulo general de "moneda".
Algunos eran de plata, y solo llegaban a las rodillas del siervo
atletico que se inclinaba sobre ellos para hacerlos rodar. Otros eran de
cobre, y poco mas o menos del mismo tamano. El publico, algo aburrido
por estos objetos sin interes, solo mostro cierta curiosidad al ver
cuatro discos movidos cada uno por dos hombres. Los
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