tos empezaban a forcejear en la cerradura, sin
resultado. Un martillazo dado por inadvertencia en una arista saliente
hizo que las dos enormes valvas de plata se abriesen de pronto, lo mismo
que una concha gigantesca, lanzando un crujido metalico. Los hombres de
fuerza se apresuraron a tirar de ellas, temiendo que se cerrasen, y
quedo visible su interior.
A ambos lados, sostenidos por una faja elastica, habia en linea como una
docena de cilindros de papel blanco, estrechos y prolongados, cuyo
interior estaba lleno de una hierba obscura. Estos cilindros tenian
recubierto el papel en su parte inferior con un zocalo de oro.
Varios hombres de fuerza, con la inconsciencia propia, de su brutalidad,
tiraron de una de las fajas de goma que estaba casi desprendida de la
pared de plata. Inmediatamente seis de los cilindros de papel vinieron
al suelo, partiendose sobre las espaldas de los atrevidos que habian
provocado el accidente, y al partirse esparcieron densas nubes de polvo
rojo y picante.
El ingeniero, sus acolitos y todos los hombres de fuerza sintieron que
sus ojos se humedecian. Luego, llevandose las manos a la garganta,
empezaron a estornudar.
Esto fue contagioso, pues inmediatamente estornudaron tambien las
hermosas muchachas de la Guardia, los pajes de los abanicos, los
conductores de las literas de honor, y, como si las ondas del aire
transmitiesen la epidemia con la rapidez de un huracan, estornudaron
igualmente todos los diputados y senadores de las tribunas, asi como los
altos personajes del estrado del gobierno. Finalmente, el sexo debil de
las galerias superiores se unio al estornudo general, cubriendose con
los velos para ocultar las muecas a que le obligaba este gesto.
Durante mucho tiempo solo se oyeron estornudos. Hasta el infatigable
Gurdilo, que intento aprovecharse de una ocasion tan propicia para
protestar contra el gobierno, no pudo conseguir su proposito. Cada vez
que intentaba un apostrofe oratorio tenia que cortarlo para dar salida a
un estornudo.
Adivino el profesor Flimnap este misterio al recordar algunas cronicas
remotas sobre la llegada de otros gigantes. Los tales cilindros de papel
contenian, sin duda alguna, cierta materia que los colosos llamaban
"tabaco". En otros tiempos lo guardaban en polvo dentro de cajas de
concha; ahora lo comprimian en forma de cabelleras vegetales bajo una
envoltura de papel.
Vio como el rector, que indudablemente tenia tambien noticias de esto,
daba
|