ieras los colocaron
dejando entre ellos un espacio que servia de puerta al circo, y encima y
a los lados pusieron los saltimbanquis tres carteles pintarrajeados. Uno
representaba varios perros lanzandose sobre un oso, el otro una lucha
entre un leon y un bufalo y el tercero unos indios atacando con lanzas a
un tigre que les esperaba en la rama de un arbol como si fuera un
jilguero.
Dieron los hombres la ultima mano al circo, y el domingo, en el momento
en que la gente salia de visperas, se presento el domador seguido del
viejo en la plaza de Urbia, delante de la iglesia. Ante el pueblo
congregado, el domador comenzo a soplar en un cuerno de caza y su
ayudante redoblo en el tambor.
Recorrieron los dos hombres las calles del barrio viejo y luego salieron
fuera de puertas, y tomando por el puente, seguidos de una turba de
chicos y chicas llegaron al prado de Santa Ana, se acercaron a la
barraca y se detuvieron ante ella.
A la entrada la mujer tocaba el bombo con la mano derecha y los
platillos con la izquierda, y una chica desmelenada agitaba una
campanilla. Unieronse a estos sonidos discordantes las notas agudisimas
del cuerno de caza y el redoble del tambor, produciendo entre todo una
algarabia insoportable.
Este ruido ceso a una senal imperiosa del domador, que con su
instrumento de viento en el brazo izquierdo se acerco a una escalera de
mano proxima a la entrada, subio dos o tres peldanos, tomo una varita y
senalando las monstruosas figuras pintarrajeadas en los lienzos, dijo
con voz enfatica:
--Aqui veran ustedes los osos, los lobos, el leon y otras terribles
fieras. Veran ustedes la lucha del oso de los Pirineos con los perros
que saltan sobre el y acaban por sujetarle. Este es el leon del desierto
cuyos rugidos espantan al mas bravo de los cazadores. Solo su voz pone
espanto en el corazon mas valiente... iOid!
El domador se detuvo un momento y se oyeron en el interior de la barraca
terribles rugidos, y como contestandolos, el ladrar feroz de una docena
de perros.
El publico quedo aterrorizado.
--En el desierto...
El domador iba a seguir, pero viendo que el efecto de curiosidad en el
publico estaba conseguido y que la multitud pretendia pasar sin tardanza
al interior del circo, grito:
--La entrada no cuesta mas que un real. iAdelante, senores! iAdelante!
Y volvio a atacar con el cuerno de caza un aire marcial, mientras el
viejo ayudante redoblaba en el tambor.
La mujer abrio la lona que
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