r enganados. En efecto Priscila, y Maximila tuvieron por
revelaciones divinas los errores del Herege Montano, y creian que les
hablaba el Espiritu Santo, y les fue facil comunicar el contagio de su
depravada fantasia a un varon tan ilustre como Tertuliano, porque
hallaron en el una imaginacion fecunda, y superior al juicio. En
nuestros tiempos tenemos otros exemplares recientes de muchos Hereges,
que quieren hacer pasar los delirios de su imaginacion por revelaciones
especiales, y harto se han gloriado de esto Lutero, y Mr. Jurieu, pero
con risa y desprecio de todos los sabios.
[46] Hay otras mugeres que hablan de revelaciones especiales, y su error
esta en la fantasia, aunque se hace de otra manera. Gelarda, muger
sumamente devota y piadosa, esta enferma de afecto histerico, y no lo
conoce. Es este un mal que de ordinario gasta la imaginativa, porque
tiene su asiento en aquellos nervios, que extendidos hasta el diafragma
y el celebro, sirven para propagar las impresiones de los objetos
externos. Introducese poco a poco en el celebro de Gelarda aquella
enfermedad, que se llama _melancolia_, y suele acompanar al afecto
histerico. Desordenadas ya las partes sobredichas, que influyen
poderosamente en la imaginativa, se descompone el orden de las
impresiones en que continuamente exercita Gelarda la fantasia, por donde
es muy natural que en la enfermedad se le exciten las imagenes de cosas
devotas, al modo de uno que delira, pues habla de las mismas cosas que
en la salud mas pensaba, bien que desordenadamente por el vicio de su
celebro. Ocupada ya Gelarda de la melancolia, empieza a delirar, y dice
que ve a Jesu-Christo en el Huerto sudando sangre, u ve a la Virgen
Santisima, que se le aparece en su gloriosa Asuncion, y le dice estas, u
las otras cosas; y si la fantasia esta muy caliente, tal vez dice que le
da coplas y redondillas para que las cante. Si la enfermedad no es muy
fuerte, queda en este estado el delirio de Gelarda, y no es conocido
sino de aquellos que en estas cosas saben la fuerza de la fantasia, y no
se dexan enganar. Un caso muy semejante a este me ha sucedido, y conoci
el delirio, y lo previne, y con el tiempo se acabo de confirmar
evidentemente mi pensamiento. LUIS ANTONIO MURATORI[a] cuenta que en
Milan habia una Religiosa, que decia que cada noche hablaba
familiarmente con Jesu-Christo, y asi lo creia la mayor parte de aquel
gran pueblo. El Arzobispo, que era entonces Federico Borromeo, varon de
gran j
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