milagro; y aunque es cierto que Dios hace milagros,
pero tambien lo es que no son tantos como el vulgo literario presume: de
manera que siendo preciso examinar la operacion milagrosa con mucha
diligencia para asegurarnos, el mismo cuidado se ha de poner en
averiguar las apariciones sensibles antes de creerlas. Las mentales unas
son naturales, como se ve en los melancolicos muy imaginativos, a
quienes se ofrecen las cosas pasadas y futuras, como presentes, con una
viveza extraordinaria: en los maniacos y freneticos, que por la
enfermedad dicen que ven los muertos, y mil cosas que no hay, y lo
aseguran, y gritan si se les contradice: en los suenos, donde cada dia
hay motivo de experimentarlo: otras son sobrenaturales, como las que se
conoce claramente que no caben en la esfera de la naturaleza.
[49] El modo de distinguirlas se toma de lo que representan y las
circunstancias que las acompanan. Si la persona, aunque sea virtuosa, es
credula, de imaginacion fuerte, muy melancolica, enferma, ya sea de todo
el cuerpo, ya de la cabeza, pensativa, metida en si, y nos dice que ha
tenido visiones y apariciones, es menester suspender el juicio hasta
examinarlas, porque tales personas naturalmente son visionarias: si lo
que dicen de su vision es inverosimil, extravagante, erroneo, de ningun
momento, y contradictorio, se han de tener por naturales, de
acaloramiento de la cabeza, y falsas: si la doctrina que encierran es
opuesta a los dogmas, o disciplina de la Iglesia, o en ellas se encierra
interes, dano del proximo, u qualesquiera fines particulares distintos
de la gloria de Dios, y instruccion de los Fieles, se han de mirar como
entusiasmos de una fantasia inflamada. Las sobrenaturales se conocen por
caracteres opuestos a los sobredichos, y de ellas hay exemplos en las
divinas Letras, que han de recibirse con toda sumision. Lo cierto es que
en Roma, donde se examinan estas cosas con gran exactitud y juicio, de
millares de visiones de las personas virtuosas apenas se aprueba una, y
a veces se reprueban todas. Esta materia, ademas de los Autores citados,
la ha tratado con solidez el ABAD LANGLET; y antes que todos los
propuestos ha abierto el camino con admirables advertencias para no
desviarse nuestro insigne Espanol el P. JUAN DE AVILA en su
_Audifilia_[a].
[Nota a: _Capitulo 50, 51, y 52. tom. 3. pag. 279, y sig._]
[50] Para no caer, pues, en errores en este asunto, sera bien
exercitarse en distinguir lo que es propio de la
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