excedan, ni que sean
mas dignos de los bienes que nosotros, por eso nos parecen mal las
alabanzas. Si otro dice estos elogios del mismo sugeto, no solemos
sentirlo tanto, y entonces solo los admitimos, o rechazamos, segun la
pasion que nos domina; pero si uno mismo se alaba en nuestra presencia,
siempre lo sentimos, porque nunca podemos sufrir que venga alguno, que
a nuestra vista quiera hacerse mejor que nosotros. Por esto el alabarse
a si mismo es gradisima necedad, porque como cada uno se estima tanto,
creen los demas que se alaba por amor propio, y por la estimacion que se
tiene, y no con justicia; y como el que se alaba irrita al amor propio
de los demas, el mismo hace que los que escuchan las alabanzas, las
miren con tedio, como opuestas a su grandeza, y asi estan menos
dispuestos a creerlas. Con que es necio, porque no consigue el fin de la
publicacion de sus alabanzas, es a saber, que los demas le crean; y lo
es tambien, porque esta tan poseido del amor propio, que le hace creer,
que es un modelo de perfeccion, y no le dexa conocer su flaqueza. No
obstante es cosa comunisima alabarse a si mismos los Escritores de los
libros. Si un Autor ha pensado una cosa nueva, cada instante nos
advierte, _que esto lo ha inventado el solo, y que hasta entonces nadie
lo ha dicho._ Es bueno que los lectores conozcan esto; pero parece muy
mal que el mismo Autor lo diga. Los titulos de los libros muestran el
amor propio de sus Autores, porque poner titulos grandes, pomposos,
magnificos, y llenos de terminos ruidosos, prueba que su Autor ha hecho
de si mismo y de sus escritos un concepto grande e hinchado. Por esto
alabare siempre la modestia en los titulos. Las coplas, decimas,
sonetos, y otras superfluidades, que vemos al principio de algunos
libros, significan dos cosas, es a saber, que hay grande abundancia de
malos Poetas, y que el Autor gusta que los ignorantes le alaben, lo qual
es efecto de desordenado amor propio. Las aprobaciones comunes son
indicio del amor propio de los Escritores, y de sus Aprobantes. El Autor
de un libro precisamente ha de conseguir que le alaben sus amigos, si
los busca de proposito para este efecto. Los Aprobantes tienen el estilo
de quedarse admirados a la primera linea, pasmados a la segunda, y
atonitos antes de acabar la clausula. De suerte, que este es el lenguage
comun de los Aprobantes, que sean buenos los libros, que sean malos, y
es porque no gobierna al juicio en las alabanzas la justicia, si
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