jos. Un cutis
que parece raso; una dentadura preciosa; luego una arrogante figura; el
pecho levantado y iunos brazos!..."
La vanidad hacia a Ramoncito no solo torpe, porque es regla bien sabida
que cuando se galantea a una mujer no debe alabarse con demasiado calor
a otra, sino un tantico atrevido dirigiendose a ninas. Estas se miraban
sonrientes, brillandoles los ojos con fuego malicioso y burlon que el
joven concejal no observaba.
--Y diga usted Ramon, ?no se ha declarado usted a ella?--le pregunto
Pacita.
--Todavia no--respondio haciendose cargo ya de la intencion burlona de
la pregunta.
--Pero se declarara.
--Tampoco. Estoy ya enamorado de otra mujer. Al mismo tiempo dirigio una
miradita languida a Esperanza. Esta se puso repentinamente seria.
--?De veras? Cuente usted ... cuente usted.
--Es un secreto
--Bien, pero nosotras lo guardaremos.... ?Verdad Esperanza que tu no
diras nada?
Y la escualida chiquilla miraba maliciosamente a su amiga gozandose en
su mal humor y en la inquietud de Ramoncito.
--Yo no tengo gana de saber nada.
--Ya lo oye usted, Ramon. Esperanza no tiene gana de oir hablar de sus
novias. Yo bien se por que es, pero no lo digo....
--iQue tonta eres, chica!--exclamo aquella con verdadero enojo.
El joven concejal quedo lisonjeado por tal advertencia que venia de una
amiga intima. Creyo, sin embargo, que debia cambiar la conversacion a
fin de no echar a perder su pretension, pues veia a Esperanza seria y
cenuda.
--Pues no crean ustedes que es tan dificil declararse a la Tosti y que
ella responda que si.... Y si no ... ahi tienen ustedes a Pepe Castro,
que puede dar fe de lo que digo.
--Es que Pepe Castro no es usted--manifesto la nina de Calderon con
marcada displicencia.
Maldonado cayo de la region celeste donde se mecia. Aquella frase
punzante dicha en tono despreciativo le llego al alma. Porque cabalmente
la superioridad de Pepe Castro era una de las pocas verdades que se
imponian a su espiritu de modo incontrastable. Pudiera ofrecer reparos a
la de Hornero, pero a la de Pepito, no. La seguridad de no poder llegar
jamas, por mucho que le imitase, al grado excelso de elegancia,
despreocupacion, valor desdenoso y hastio de todo lo creado, que
caracterizaba a su admirado amigo, le humillaba, le hacia desgraciado.
Esperanza habia puesto el dedo en la llaga que minaba su preciosa
existencia. No pudo contestar; tal fue su emocion.
Clementina estaba triste, inquiet
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