dor, de retorcidas ramas y rosas de color de te, subia
por la fachada extendiendose como una parra y daba al viejo casaron un
tono delicado y aereo. Tenia ademas este jardin, en el lado que se unia
con la huerta, un bosquecillo de lilas y saucos. En los meses de Abril y
Mayo, estos arbustos florecian y mezclaban sus tirsos perfumados, sus
corolas blancas y sus racimillos azules.
En la casa solar, sobre el gran balcon del centro, campeaba el escudo de
los fundadores tallado en arenisca roja; se veian esculpidos en el dos
lobos rampantes con unas manos cortadas en la boca y un roble en el
fondo. En el lenguaje heraldico, el lobo indica encarnizamiento con los
enemigos; el roble, venerable antigueedad.
A juzgar por el blason de los Ohandos, estos eran de una familia
antigua, feroz con los enemigos. Si habia que dar credito a algunas
viejas historias, el escudo decia unicamente la verdad.
La parte de atras de la casa de los hidalgos daba a una hondonada; tenia
una gran galeria de cristales y estaba hecha de ladrillo con entramado
negro; enfrente se erguia un monte de dos mil pies, segun el mapa de la
provincia, con algunos caserios en la parte baja, y en la alta, desnudo
de vegetacion, y solo cubierto a trechos por encinas y carrascas.
Por un lado, el jardin se continuaba con una magnifica huerta en
declive, orientada al mediodia.
La familia de los Ohandos se componia de la madre, dona Agueda, y de
sus hijos Carlos y Catalina.
Dona Agueda, mujer debil, fanatica y entermiza, de muy poco caracter,
estaba dominada constantemente en las cuestiones de la casa por alguna
criada antigua y en las cuestiones espirituales por el confesor.
En esta epoca, el confesor era un curita joven llamado don Felix, hombre
de apariencia tranquila y dulce que ocultaba vagas ambiciones de dominio
bajo una capa de mansedumbre evangelica.
Carlos de Ohando el hijo mayor de dona Agueda, era un muchacho cerril,
obscuro, timido y de pasiones violentas. El odio y la envidia se
convertian en el en verdaderas enfermedades.
A Martin Zalacain le habia odiado desde pequeno cuando Martin le calento
las costillas al salir de la escuela, el odio de Carlos se convirtio en
furor. Cuando le veia a Martin andar a caballo y entrar en el rio, le
deseaba un desliz peligroso.
Le odiaba freneticamente.
Catalina, en vez de ser obscura y cerril como su hermano Carlos, era
pizpireta, sonriente, alegre y muy bonita. Cuando iba a la escuela con
su carit
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