Erreguinen bizcarretic
Artzen ditu cafia.
(Ya sea sargento, ya sea jefe, a costa de la reina, toma su cafe).
Esto, en boca de Tellagori, quieria decir que todo el mundo era un
pillo.
La otra cancion la tenia el viejo para los momentos solemnes, y era asi:
Manuelacho, escasayozu
Barcasiyua Andresi.
(Manolita, pidele perdon a Andres).
Y hacia, al decir esto Tellagorri, una reverencia comica, y continuaa
con voz gangosa:
Beti orrela ibilli gabe
majo sharraren iguesi.
(Sin andar siempre, de esa manera, huyendo de un viejecito tan majo).
Y despues, como una consecuencia grave de lo que habia dicho antes,
anadia:
Napoleonen pauso gaiztoac
ondo dituzu icasi.
(Los malos pasos de Napoleon, bien los has aprendido).
No era facil comprender que malos pasos de Napoleon habria aprendido
Manolita. Probablemente Manolita no tendria ni la mas remota idea de la
existencia del heroe de Austerlitz, pero esto no era obstaculo para que
la cancion en boca de Tellagorri tuviese muchisima gracia.
Para los momentos en que Tellagorri estaba un tanto excitado o
borracho, tenia otra cancion bilinguee, en que se celebraba el abrazo de
Vergara y que concluia asi:
iViva Espartero! iViva erreguina!
iOjala de repente ilcobalizaque
Bere ama ciquina!
(iViva Espartero! iViva la reina! Ojala de repente se muriese su sucia
madre!).
Este adjetivo, dirigido a la madre de Isabel II, indicaba como habia
llegado el odio por Maria Cristina hasta los mas alejados rincones de
Espana.
CAPITULO IV
QUE SE REFIERE A LA NOBLE CASA DE OHANDO
A la entrada del pueblo nuevo, en la carretera, y por lo tanto, fuera de
las murallas, estaba la casa mas antigua y linajuda de Urbia: la casa de
Ohando.
Los Ohandos constituyeron durante mucho tiempo la unica aristocracia de
la villa; fueron en tiempo remoto grandes hacendados y fundadores de
capellanias, luego algunos reveses de fortuna y la guerra civil,
amenguaron sus rentas y la llegada de otras familias ricas les quito la
preponderancia absoluta que habian tenido.
La casa Ohando estaba en la carretera, lo bastante retirada de ella para
dejar sitio a un hermoso jardin, en el cual, como haciendo guardia, se
levantaban seis magnificos tilos. Entre los grandes troncos de estos
arboles crecian viejos rosales que formaban guirnaldas en la primavera
cuajadas de flores.
Otro rosal trepa
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