caido en cama, habia aplicado
sigilosamente su boca--su trompa, mejor dicho--a las sientes de
aquella, chupandole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La
remocion diaria del almohadon habia impedido sin duda su desarrollo,
pero desde que la joven no pudo moverse, la succion fue vertiginosa.
En cinco dias, en cinco noches, habia vaciado a Alicia.
Estos parasitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a
adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana
parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los
almohadones de pluma.
#EL PERRO RABIOSO#
El 20 de marzo de este ano, los vecinos de un pueblo del Chaco
santafecino persiguieron a un hombre rabioso que en pos de descargar
su escopeta contra su mujer, mato de un tiro a un peon que cruzaba
delante de el. Los vecinos, armados, lo rastrearon en el monte como a
una fiera, hallandolo por fin trepado en un arbol, con su escopeta
aun, y aullando de un modo horrible. Vieronse en la necesidad de
matarlo de un tiro.
* * * * *
#Marzo 9--#
Hoy hace treinta y nueve dias, hora por hora, que el perro rabioso
entro de noche en nuestro cuarto. Si un recuerdo ha de perdurar en mi
memoria, es el de las dos horas que siguieron a aquel momento.
La casa no tenia puertas sino en la pieza que habitaba mama, pues como
habia dado desde el principio en tener miedo, no hice otra cosa, en
los primeros dias de urgente instalacion, que aserrar tablas para las
puertas y ventanas de su cuarto. En el nuestro, y a la espera de mayor
desahogo de trabajo, mi mujer se habia contentado--verdad que bajo un
poco de presion por mi parte--con magnificas puertas de arpillera.
Como estabamos en verano, este detalle de riguroso ornamento no danaba
nuestra salud ni nuestro miedo. Por una de estas arpilleras, la que da
al corredor central, fue por donde entro y me mordio el perro rabioso.
Yo no se si el alarido de un epileptico da a los demas la sensacion de
clamor bestial y fuera de toda humanidad que me produce a mi. Pero
estoy seguro de que el aullido de un perro rabioso, que se obstina de
noche alrededor de nuestra casa, provocara en todos la misma funebre
angustia. Es un grito corto, metalico, de agonia, como si el animal
boqueara ya, y todo el empapado en cuanto de lugubre sugiere un
animal rabioso.
Era un perro negro, grande, con las orejas cortadas. Y para mayor
contrariedad,
|