veces mas, hasta que la ultima noche un estampido
demasiado cercano los puso en guardia. Mas coincidiendo esta aventura
con la mudanza de Fragoso a San Ignacio, los perros no sintieron mucho.
* * * * *
Fragoso habia logrado por fin trasladarse alla, en el fondo de la
colonia. El monte, entretejido de tacuapi, denunciaba tierra
excelente; y aquellas inmensas madejas de bambu, tendidas en el suelo
con el machete, debian de preparar magnificos rozados.
Cuando Fragoso se instalo, el tacuapi comenzaba a secarse. Rozo y
quemo rapidamente un cuarto de hectarea, confiando en algun milagro de
lluvia. El tiempo se descompuso, en efecto; el cielo blanco se torno
plomo, y en las horas mas calientes se transparentaban en el horizonte
lividas orlas de cumulos. El termometro a 39 y el viento norte
soplando con furia, trajeron al fin doce milimetros de agua, que
Fragoso aprovecho para su maiz, muy contento. Lo vio nacer, lo vio
crecer magnificamente hasta cinco centimetros, pero nada mas.
En el tacuapi, bajo el y alimentandose acaso de sus brotos, viven
infinidad de roedores. Cuando aquel se seca, sus huespedes se
desbandan, el hambre los lleva forzosamente a las plantaciones; y de
este modo los tres perros de Fragoso, que salian una noche, volvieron
en seguida restregandose el hocico mordido. Fragoso mato esa misma
noche cuatro ratas que asaltaban su lata de grasa.
Yaguai no estaba alli. Pero a la noche siguiente, el y sus companeros
se internaban en el monte (aunque el fox-terrier no corria tras el
rastro, sabia perfectamente desenfundar tatus y hallar nidos de
urues), cuando el primero se sorprendio del rodeo que efectuaban sus
companeros para no cruzar el rozado. Yaguai avanzo por este, no
obstante; y un momento despues lo mordian en una pata, mientras
rapidas sombras corrian a todos lados.
Yaguai vio lo que era; e instantaneamente, en plena barbarie de bosque
tropical y miseria, surgieron los ojos brillantes, el rabo alto y
duro, y la actitud batalladora del admirable perro ingles. Hambre,
humillacion, vicios adquiridos, todo se borro en un segundo ante las
ratas que salian de todas partes. Y cuando volvio por fin a echarse,
ensangrentado, muerto de fatiga, tuvo que saltar tras las ratas
hambrientas que invadian literalmente el rancho.
Fragoso quedo encantado de aquella brusca energia de nervios y
musculos que no recordaba mas, y subio a su memoria el recuerdo del
viejo combate con la
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