de espanto.
--iDebe de ser la miel!... iEs venenosa!... iEstoy envenenado!
Y a un segundo esfuerzo para incorporarse, se le erizo el cabello de
terror; no habia podido ni aun moverse. Ahora la sensacion de plomo y
el hormigueo subian hasta la cintura. Durante un rato el horror de
morir alli, miserablemente solo, lejos de su madre y sus amigos, le
cohibio todo medio de defensa.
--iVoy a morir ahora!... iDe aqui a un rato voy a morir!... iYa no
puedo mover la mano!...
En su panico constato sin embargo que no tenia fiebre ni ardor de
garganta, y el corazon y pulmones conservaban su ritmo normal. Su
angustia cambio de forma.
--iEstoy paralitico, es la paralisis! iY no me van a encontrar!...
Pero una invencible somnolencia comenzaba a apoderarse de el,
dejandole integras sus facultades, a la par que el mareo se aceleraba.
Creyo asi notar que el suelo oscilante se volvia negro y se agitaba
vertiginosamente. Otra vez subio a su memoria el recuerdo de la
correccion, y en su pensamiento se fijo como una suprema angustia, la
posibilidad de que eso negro que invadia el suelo...
Tuvo aun fuerzas para arrancarse a ese ultimo espanto, y de pronto
lanzo un grito, un verdadero alarido en que la voz del hombre recobra
la tonalidad del nino aterrado: por sus piernas trepaba un precipitado
rio de hormigas negras. Alrededor de el la correccion devoradora
oscurecia el suelo, y el contador sintio por bajo el calzoncillo, el
rio de hormigas carnivoras que subian.
* * * * *
Su padrino hallo por fin dos dias despues, sin la menor particula de
carne, el esqueleto cubierto de ropa de Benincasa. La correccion que
merodeaba aun por alli, y las bolsitas de cera, lo iluminaron
suficientemente.
No es comun que la miel silvestre tenga esas propiedades narcoticas o
paralizantes, pero se la halla. Las flores con igual caracter abundan
en el tropico, y ya el sabor de la miel denuncia en la mayoria de los
casos su condicion--tal el dejo a resina de eucalipto que creyo sentir
Benincasa.
#NUESTRO PRIMER CIGARRO#
Ninguna epoca de mayor alegria que la que nos proporciono a Maria y a
mi, nuestra tia con su muerte.
Ines volvia de Buenos Aires, donde habia pasado tres meses. Esa noche,
cuando nos acostabamos, oimos que Ines decia a mama:
--iQue extrano!... Tengo las cejas hinchadas.
Mama examino seguramente las cejas de tia, pues despues de un rato
contesto:
--Es cierto...
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