enara a correr.
Corrio, sin duda, mucho mas de lo que hubiera deseado el mismo Cooper.
Fragoso vivia en la margen izquierda del Yabebiri, y habia plantado en
octubre un mandiocal que no producia aun, y media hectarea de maiz y
porotos, totalmente perdida. Esto ultimo, especifico para el cazador,
tenia para Yaguai muy poca importancia, trastornandole en cambio la
nueva alimentacion. El, que en casa de Cooper coleaba ante la mandioca
simplemente cocida, para no ofender a su amo, y olfateaba por tres o
cuatro lados el locro, para no quebrar del todo con la cocinera,
conocio la angustia de los ojos brillantes y fijos en el amo que come,
para concluir lamiendo el plato que sus tres companeros habian pulido
ya, esperando ansiosamente el punado de maiz sancochado que les
daban cada dia.
Los tres perros salian de noche a cazar por su cuenta--maniobra esta
que entraba en el sistema educacional del cazador;--pero el hambre,
que llevaba a aquellos naturalmente al monte a rastrear para comer,
inmovilizaba al fox-terrier en el rancho, unico lugar del mundo donde
podia hallar comida. Los perros que no devoran la caza, seran siempre
malos cazadores; y justamente la raza a que pertenecia Yaguai, caza
desde su creacion por simple sport.
Fragoso intento algun aprendizaje con el fox-terrier. Pero siendo
Yaguai mucho mas perjudicial que util al trabajo desenvuelto de sus
tres perros, lo relego desde entonces en el rancho a espera de mejores
tiempos para esa ensenanza.
Entretanto, la mandioca del ano anterior comenzaba a concluirse, las
ultimas espigas de maiz rodaron por el suelo, blancas y sin un grano,
y el hambre, ya dura para los tres perros nacidos con ella, royo las
entranas de Yaguai. En aquella nueva vida habia adquirido con pasmosa
rapidez el aspecto humillado, servil y traicionero de los perros del
pais. Aprendio entonces a merodear de noche en los ranchos vecinos,
avanzando con cautela, las piernas dobladas y elasticas, hundiendose
lentamente al pie de una mata de espartillo, al menor rumor hostil.
Aprendio a no ladrar por mas furor o miedo que tuviera, y a grunir de
un modo particularmente sordo, cuando el cuzco de un rancho defendia a
este del pillaje. Aprendio a visitar los gallineros, a separar dos
platos encimados con el hocico, y a llevarse en la boca una lata con
grasa, a fin de vaciarla en la impunidad del pajonal. Conocio el gusto
de las guascas ensebadas, de los zapatones untados de grasa, del
hollin pegotea
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