volver al perro negro que trotaba en
inequivoco estado de rabia. En seguida lo supimos, teniendo de mi
parte que librar una verdadera batalla contra mama y mi mujer para no
bajar a Buenos Aires a darme inyecciones. La herida, franca, habia
sido bien oprimida, y lavada con mordiente lujo de permanganato. Todo
esto, a los cinco minutos de la mordedura. ?Que demonios podia temer
tras esa correcion higienica? En casa concluyeron por tranquilizarse,
y como la epidemia--provocada seguramente por una crisis de llover sin
tregua como jamas se viera aqui--habia cesado casi de golpe, la vida
recobro su linea habitual.
Pero no por ello mama y mi mujer dejaron ni dejan de llevar cuenta
exacta del tiempo. Los clasicos cuarenta dias pesan fuertemente, sobre
todo en mama, y aun hoy, con treinta y nueve transcurridos sin el mas
leve trastorno, ella espera el dia de manana para echar de su
espiritu, en un inmenso suspiro, el terror siempre vivo que guarda de
aquella noche.
El unico fastidio, acaso, que para mi ha tenido esto, es recordar
punto por punto lo que ha pasado. Confio en que manana de noche
concluya, con la cuarentena, esta historia, que mantiene fijos en mi
los ojos de mi mujer y de mi madre, como si buscaran en mi expresion
el primer indicio de enfermedad.
* * * * *
#Marzo 10--#
iPor fin! Espero que de aqui en adelante podre vivir como un hombre
cualquiera, que no tiene suspendidas sobre su cabeza coronas de
muerte. Ya han pasado los famosos cuarenta dias, y la ansiedad, la
mania de persecuciones y los horribles gritos que esperaban de mi,
pasaron tambien para siempre.
Mi mujer y mi madre han festejado el fausto acontecimiento de un modo
particular: contandome, punto por punto, todos los terrores que han
sufrido sin hacermelo ver. El mas insignificante desgano mio las sumia
en mortal angustia: iEs la rabia que comienza!--gemian. Si alguna
manana me levante tarde, durante horas no vivieron, esperando otro
sintoma. La fastidiosa infeccion en un dedo que me tuvo tres dias
febril e impaciente, fue para ellas una absoluta prueba de la rabia
que comenzaba, de donde su consternacion, mas angustiosa por furtiva.
Y asi el menor cambio de humor, el mas leve abatimiento,
provocaronles, durante cuarenta dias, otras tantas horas de inquietud.
No obstante esas confesiones retrospectivas, desagradables siempre
para el que ha vivido enganado, aun con la mas arcangelica buena
voluntad, con to
|