al lugar en que Bariguei habia
cumplido su hazana. La bestia estaba alli siempre, inmovil en medio
del camino, mirando con solemne vaciedad de idea desde hacia un cuarto
de hora, un punto fijo de la distancia. Detras de el, las vacas
dormitaban al sol ya caliente, rumiando.
Pero cuando los pobres caballos pasaron por el camino, ellas abrieron
los ojos despreciativas:
--Son los caballos. Querian pasar el alambrado. Y tienen soga.
--iBariguei si paso!
--A los caballos un solo hilo los contiene.
--Son flacos.
Esto parecio herir en lo vivo al alazan, que volvio la cabeza:
--Nosotros no estamos flacos. Ustedes, si estan. No va a pasar mas
aqui,--anadio senalando los alambres caidos, obra de Bariguei.
--Bariguei pasa siempre! Despues pasamos nosotras. Ustedes no pasan.
--No va a pasar mas. Lo dijo el hombre.
--El comio la avena del hombre. Nosotras pasamos despues.
El caballo, por mayor intimidad de trato, es sensiblemente mas afecto
al hombre que la vaca. De aqui que el malacara y el alazan tuvieran fe
en el alambrado que iba a construir el hombre.
La pareja prosiguio su camino, y momentos despues, ante el campo libre
que se abria ante ellos, los dos caballos bajaron la cabeza a comer,
olvidandose de las vacas.
Tarde ya, cuando el sol acababa de entrarse, los dos caballos se
acordaron del maiz y emprendieron el regreso. Vieron en el camino al
chacarero que cambiaba todos los postes de su alambrado, y a un hombre
rubio, que detenido a su lado a caballo, lo miraba trabajar.
--Le digo que va a pasar,--decia el pasajero.
--No pasara dos veces,--replicaba el chacarero.
--iUsted vera! iEsto es un juego para el maldito toro del polaco! iVa
a pasar!
--No pasara dos veces,--repetia obstinadamente el otro.
Los caballos siguieron, oyendo aun palabras cortadas:
--... reir!
--... veremos.
Dos minutos mas tarde el hombre rubio pasaba a su lado a trote ingles.
El malacara y el alazan, algo sorprendidos de aquel paso que no
conocian, miraron perderse en el valle al hombre presuroso.
--iCurioso!--observo el malacara despues de largo rato.--El caballo va
al trote y el hombre al galope.
Prosiguieron. Ocupaban en ese momento la cima de la loma, como esa
manana. Sobre el cielo palido y frio, sus siluetas se destacaban en
negro, en mansa y cabizbaja pareja, el malacara delante, el alazan
detras. La atmosfera, ofuscada durante el dia por la excesiva luz del
sol, adquiria a esa hora crepuscular
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