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una transparencia casi funebre. El viento habia cesado por completo, y con la calma del atardecer, en que el termometro comenzaba a caer velozmente, el valle helado expandia su penetrante humedad, que se condensaba en rastreante neblina en el fondo sombrio de las vertientes. Revivia, en la tierra ya enfriada, el invernal olor de pasto quemado; y cuando el camino costeaba el monte, el ambiente, que se sentia de golpe mas frio y humedo, se tornaba excesivamente pesado de perfume de azahar. Los caballos entraron por el porton de su chacra, pues el muchacho, que hacia sonar el cajoncito de maiz, oyo su ansioso tremulo. El viejo alazan obtuvo el honor de que se le atribuyera la iniciativa de la aventura, viendose gratificado con una soga, a efectos de lo que pudiera pasar. Pero a la manana siguiente, bastante tarde ya a causa de la densa neblina, los caballos repitieron su escapatoria, atravesando otra vez el tabacal salvaje, hollando con mudos pasos el pastizal helado, salvando la tranquera abierta aun. La manana encendida de sol, muy alto ya, reverberaba de luz, y el calor excesivo prometia para muy pronto cambio de tiempo. Despues de trasponer la loma, los caballos vieron de pronto a las vacas detenidas en el camino, y el recuerdo de la tarde anterior excito sus orejas y su paso: querian ver como era el nuevo alambrado. Pero su decepcion, al llegar, fue grande. En los postes nuevos,--obscuros y torcidos,--habia dos simples alambres de pua, gruesos, tal vez, pero unicamente dos. No obstante su mezquina audacia, la vida constante en chacras habia dado a los caballos cierta experiencia en cercados. Observaron atentamente aquello, especialmente los postes. --Son de madera de ley--observo el malacara. --Si, cernes quemados. Y tras otra larga mirada de examen, constato: --El hilo pasa por el medio, no hay grampas. --Estan muy cerca uno de otro. Cerca, los postes, si, indudablemente: tres metros. Pero en cambio, aquellos dos modestos alambres en reemplazo de los cinco hilos del cercado anterior, desilusionaron a los caballos. ?Como era posible que el hombre creyera que aquel alambrado para terneros iba a contener al terrible toro? --El hombre dijo que no iba a pasar--se atrevio, sin embargo, el malacara, que en razon de ser el favorito de su amo, comia mas maiz, por lo cual sentiase mas creyente. Pero las vacas lo habian oido. --Son los caballos. Los dos tienen soga. Ellos no pasan. Bariguei paso
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