ara el mensu, por lo inesperado--no hizo sino convertirle
en un bulto castaneteante y arrebujado sobre un raigon. Podeley, cuya
fiebre anterior habia tenido honrado y periodico ritmo, no presagio
nada bueno para el de esa galopada de accesos casi sin intermitencia.
Hay fiebre y fiebre. Si la quinina no habia cortado a ras el segundo
ataque, era inutil que se quedara alla arriba, a morir hecho un ovillo
en cualquier vuelta de picada. Y bajo de nuevo al almacen.
--iOtra vez vos!--lo recibio el mayordomo.--Eso no anda bien... ?No
tomaste quinina?
--Tome... No me hallo con esta fiebre... No puedo trabajar. Si
queres darme para mi pasaje, te voy a cumplir en cuanto me sane...
El mayordomo contemplo aquella ruina, y no estimo en gran cosa la vida
que quedaba alli.
--?Como esta tu cuenta?--pregunto otra vez.
--Debo veinte pesos todavia... El sabado entregue... Me hallo muy
enfermo...
--Sabes bien que mientras tu cuenta no este pagada, debes quedar.
Abajo... podes morirte. Curate aqui, y arreglas tu cuenta en seguida.
?Curarse de una fiebre perniciosa, alli donde se la adquirio? No, por
cierto; pero el mensu que se va puede no volver, y el mayordomo
preferia hombre muerto a deudor lejano.
Podeley jamas habia dejado de cumplir nada, unica altaneria que se
permite ante su patron un mensu de talla.
--iNo me importa que hayas dejado o no de cumplir!--replico el
mayordomo.--iPaga tu cuenta primero, y despues veremos!
Esta injusticia para con el creo logica y velozmente el deseo de
desquite. Fue a instalarse con Caye, cuyo espiritu conocia bien, y
ambos decidieron escaparse el proximo domingo.
Pero al dia siguiente, viernes, hubo en el obraje inusitado
movimiento.
--iAhi tenes!--grito el mayordomo, tropezando con Podeley.--Anoche se
han escapado tres... ?Eso es lo que te gusta, no? iEsos tambien eran
cumplidores! iComo vos! Pero antes vas a reventar aqui, que salir de
la planchada! iY mucho cuidado, vos y todos los que estan oyendo!
iYa saben!
La decision de huir, y sus peligros, para los que el mensu necesita
todas sus fuerzas, es capaz de contener algo mas que una fiebre
perniciosa. El domingo, por lo demas, habia ya llegado; y con falsas
maniobras de lavaje de ropa, simulados guitarreos en el rancho de tal
o cual, la vigilancia pudo ser burlada, y Podeley y Caye se
encontraron de pronto a mil metros de la comisaria.
Mientras no se sintieran perseguidos, no abandonarian la picada;
Podeley caminaba m
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