..
Cooper presto la escopeta, y aun propuso ir esa noche al rozado.
--No hay luna--objeto el peon.
--No importa. Suelte el perro y veremos si el mio lo sigue.
Esa noche fueron al plantio. El peon solto a su perro, y el animal se
lanzo en seguida en las tinieblas del monte, en busca de un rastro.
Al ver partir a su companero, Yaguai intento en vano forzar la barrera
de caraguata. Logrolo al fin, y siguio la pista del otro. Pero a los
dos minutos regresaba, muy contento de aquella escapatoria nocturna.
Eso si, no quedo agujerito sin olfatear en diez metros a la redonda.
Pero cazar tras el rastro, en el monte, a un galope que puede durar
muy bien desde la madrugada hasta las tres de la tarde, eso no. El
perro del peon hallo una pista, muy lejos, que perdio en seguida. Una
hora despues volvia a su amo, y todos juntos regresaron a la casa.
La prueba, si no concluyente, desanimo a Cooper. Se olvido luego de
ello, mientras el fox-terrier continuaba cazando ratas, algun lagarto
o zorro en su cueva, y lagartijas.
Entretanto, los dias se sucedian unos a otros, enceguecientes,
pesados, en una obstinacion de viento norte que doblaba las verduras
en lacios colgajos, bajo el blanco cielo de los mediodias torridos. El
termometro se mantenia a 38-40, sin la mas remota esperanza de lluvia.
Durante cuatro dias el tiempo se cargo; con asfixiante calma y aumento
de calor. Y cuando se perdio al fin la esperanza de que el sur
devolviera en torrentes de agua todo el viento de fuego recibido un
mes entero del norte, la gente se resigno a una desastrosa sequia.
El fox-terrier vivio desde entonces sentado bajo su naranjo, porque
cuando el calor traspasa cierto limite razonable, los perros no
respiran bien, echados. Con la lengua de fuera y los ojos entornados,
asistio a la muerte progresiva de cuanto era brotacion primaveral. La
huerta se perdio rapidamente. El maizal paso del verde claro a una
blancura amarillenta, y a fines de Noviembre solo quedaban de el
columnitas truncas sobre la negrura desolada del rozado. La mandioca,
heroica entre todas, resistia bien.
El pozo del fox-terrier--agotada su fuente--perdio dia a dia su agua
verdosa, y tan caliente que Yaguai no iba a el sino de manana, si bien
ahora hallaba rastros de apereas, aguties y hurones, que la sequia del
monte forzaba hasta aquel.
En vuelta de su bano, el perro se sentaba de nuevo, viendo aumentar
poco a poco el viento, mientras el termometro, refrescado a 1
|