vida exhalaba vaho de horno, que los peones soportaban sobre la
cabeza, rodeada hasta los hombros por el flotante panuelo, con el
mutismo de sus trabajos de chacra. Los perros cambiaban de planta, en
procura de mas fresca sombra. Tendianse a lo largo, pero la fatiga los
obligaba a sentarse sobre las patas traseras para respirar mejor.
Reverberaba ahora delante de ellos un pequeno paramo de greda que ni
siquiera se habia intentado arar. Alli, el cachorro vio de pronto a
mister Jones que lo miraba fijamente, sentado sobre un tronco. Old se
puso en pie, meneando el rabo. Los otros levantaronse tambien,
pero erizados.
--Es el patron,--exclamo el cachorro, sorprendido.
--No, no es el,--replico Dick.
Los cuatro perros estaban juntos grunendo sordamente, sin apartar los
ojos de mister Jones, que continuaba inmovil, mirandolos. El cachorro,
incredulo, fue a avanzar, pero Prince le mostro los dientes:
--No es el, es la Muerte.
El cachorro se erizo de miedo y retrocedio al grupo.
--?Es el patron muerto?--pregunto ansiosamente. Los otros, sin
responderle, rompieron a ladrar con furia, siempre en actitud de
miedoso ataque. Sin moverse, mister Jones se desvanecio en el aire
ondulante.
Al oir los ladridos, los peones habian levantado la vista, sin
distinguir nada. Giraron la cabeza para ver si habia entrado algun
caballo en la chacra, y se doblaron de nuevo.
Los fox-terriers volvieron al paso al rancho. El cachorro, erizado
aun, se adelantaba y retrocedia con cortos trotes nerviosos, y supo de
la experiencia de sus companeros, que cuando una cosa va a morir,
aparece antes.
--?Y como saben que ese que vimos no era el patron?--pregunto.
--Porque no era el,--le respondieron displicentes.
Luego la Muerte, y con ella el cambio de dueno, las miserias, las
patadas, estaba sobre ellos. Pasaron el resto de la tarde al lado de
su patron, sombrios y alerta. Al menor ruido grunian, sin saber
adonde. Mister Jones sentiase satisfecho de su guardiana inquietud.
Por fin el sol se hundio tras el negro palmar del arroyo, y en la
calma de la noche plateada, los perros se estacionaron alrededor del
rancho, en cuyo piso alto mister Jones recomenzaba su velada de
whisky. A media noche oyeron sus pasos, luego la doble caida de las
botas en el piso de tablas, y la luz se apago. Los perros, entonces,
sintieron mas el proximo cambio de dueno, y solos, al pie de la casa
dormida, comenzaron a llorar. Lloraban en coro, volcando sus s
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