en los oidos el latido de
las carotidas. Sentiase en el aire, como si de dentro de la cabeza le
empujaran violentamente el craneo hacia arriba. Se mareaba mirando el
pasto. Apresuro la marcha para acabar con eso de una vez... y de
pronto volvio en si y se hallo en distinto paraje: habia caminado
media cuadra, sin darse cuenta de nada. Miro atras y la cabeza se le
fue en un nuevo vertigo.
Entretanto, los perros seguian tras el, trotando con toda la lengua de
fuera. A veces, agotados, detenianse en la sombra de un espartillo; se
sentaban precipitando su jadeo, pero volvian al tormento del sol. Al
fin, como la casa estaba ya proxima, apuraron el trote.
Fue en ese momento cuando Old, que iba adelante, vio tras el alambrado
de la chacra a mister Jones, vestido de blanco, que caminaba hacia
ellos. El cachorro, con subito recuerdo, volvio la cabeza y confronto.
--iLa Muerte, la Muerte!--aullo.
Los otros la habian visto tambien, y ladraban erizados. Vieron que
atravesaba el alambrado, y un instante creyeron que se iba a
equivocar; pero al llegar a cien metros se detuvo, miro el grupo con
sus ojos celestes, y marcho adelante.
--iQue no camine ligero el patron!--exclamo Prince.
--iVa a tropezar con el!--aullaron todos.
En efecto, el otro, tras breve hesitacion, habia avanzado, pero no
directamente sobre ellos como antes, sino en linea oblicua y en
apariencia erronea, pero que debia llevarlo justo al encuentro de
mister Jones. Los perros comprendieron que esta vez todo concluia,
porque su patron continuaba caminando a igual paso como un automata,
sin darse cuenta de nada. El otro llegaba ya. Hundieron el rabo y
corrieron de costado, aullando. Paso un segundo, y el encuentro se
produjo. Mister Jones se detuvo, giro sobre si mismo y se desplomo.
Los peones, que lo vieron caer, lo llevaron a prisa al rancho, pero
fue inutil toda el agua; murio sin volver en si. Mister Moore, su
hermano materno, fue de Buenos Aires, estuvo una hora en la chacra y
en cuatro dias liquido todo, volviendose en seguida. Los indios se
repartieron los perros que vivieron en adelante flacos y sarnosos, e
iban todas las tardes con hambriento sigilo a comer espigas de maiz en
las chacras ajenas.
#EL ALAMBRE DE PUA#
Durante quince dias el alazan habia buscado en vano la senda por donde
su companero se escapaba del potrero. El formidable cerco, de
capuera--desmonte que ha rebrotado inextricable--no permitia paso ni
au
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