hombre corto la ligadura y abrio el
pantalon con su cuchillo: el bajo vientre desbordo hinchado, con
grandes manchas lividas y terriblemente dolorido. El hombre penso que
no podria jamas llegar el solo a Tacuru-Pucu, y se decidio a pedir
ayuda a su compadre Alves, aunque hacia mucho tiempo que estaban
disgustados.
La corriente del rio se precipitaba ahora hacia la costa brasilena, y
el hombre pudo facilmente atracar. Se arrastro por la picada en cuesta
arriba, pero a los veinte metros, exhausto, quedo tendido de pecho.
--iAlves!--grito con cuanta fuerza pudo; y presto oido en vano.
--iCompadre Alves! iNo me niegue este favor!--clamo de nuevo, alzando
la cabeza del suelo.--En el silencio de la selva no se oyo un solo
rumor. El hombre tuvo aun valor para llegar hasta su canoa, y la
corriente, cogiendola de nuevo, la llevo velozmente a la deriva.
El Parana corre alli en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes,
altas de cien metros, encajonan funebremente el rio. Desde las orillas
bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro
tambien. Adelante, a los costados, detras, la eterna muralla lugubre,
en cuyo fondo el rio arremolinado se precipita en incesantes
borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo, y reina en el un
silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, su belleza sombria y
calma cobra una majestad unica.
El sol habia caido ya cuando el hombre, semi-tendido en el fondo de la
canoa, tuvo un violento escalofrio. Y de pronto, con asombro, enderezo
pesadamente la cabeza: se sentia mejor. La pierna le dolia apenas, la
sed disminuia, y su pecho, libre ya, se abria en lenta inspiracion.
El veneno comenzaba a irse, no habia duda. Se hallaba casi bien, y
aunque no tenia fuerzas para mover la mano, contaba con la caida del
rocio para reponerse del todo. Calculo que antes de tres horas estaria
en Tacuru-Pucu.
El bienestar avanzaba, y con el una somnolencia llena de recuerdos. No
sentia ya nada ni en la pierna ni en el vientre. ?Viviria aun su
compadre Gaona en Tacuru-Pucu? Acaso viera tambien a su ex-patron
mister Dougald, y al recibidor del obraje.
?Llegaria pronto? El cielo, al poniente, se abria ahora en pantalla de
oro, y el rio se habia coloreado tambien. Desde la costa paraguaya, ya
entenebrecida, el monte dejaba caer sobre el rio su frescura
crepuscular, en penetrantes efluvios de azahar y miel silvestre. Una
pareja de guacamayos cruzo muy alto y en silencio hacia el Par
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