desde que llegaramos no habia hecho mas que llover. El
monte cerrado por el agua, las tardes rapidas y tristisimas; apenas
saliamos de casa, mientras la desolacion del campo, en un temporal sin
tregua, habia ensombrecido al exceso el espiritu de mama.
Con esto, los perros rabiosos. Una manana el peon nos dijo que por su
casa habia andado uno la noche anterior, y que habia mordido al suyo.
Dos noches antes, un perro barcino habia aullado _feo_ en el monte.
Habia muchos, segun el. Mi mujer y yo no dimos mayor importancia al
asunto, pero no asi mama, que comenzo a hallar terriblemente
desamparada nuestra casa a medio hacer. A cada momento salia al
corredor para mirar el camino.
Sin embargo, cuando nuestro chico volvio esa manana del pueblo,
confirmo aquello. Habia explotado una fulminante epidemia de rabia.
Una hora antes acababan de perseguir a un perro en el pueblo. Un peon
habia tenido tiempo de asestarle un machetazo en la oreja, y el
animal, babeando, el hocico en tierra y el rabo entre las patas
delanteras, habia cruzado por nuestro camino, mordiendo a un potrillo
y un chancho que hallo en el trayecto.
Mas noticias aun. En la chacra vecina a la nuestra, y esa misma
madrugada, otro perro habia tratado inutilmente de saltar el corral de
las vacas. Un inmenso perro flaco habia corrido a un muchacho a
caballo, por la picada del puerto viejo. Todavia de tarde se sentia
dentro del monte el aullido agonico del perro. Como dato final, a las
nueve llegaron al galope dos agentes a darnos la filiacion de los
perros rabiosos vistos, y a recomendarnos sumo cuidado.
Habia de sobra para que mama perdiera el resto de animacion que le
quedaba. Aunque de una serenidad a toda prueba, tiene terror a los
perros rabiosos, a causa de cierta cosa horrible que presencio en su
ninez. Sus nervios, ya enfermos por el cielo constantemente encapotado
y lluvioso, provocaronle verdaderas alucinaciones de perros que
entraban al trote por la portera.
Habia un motivo real para este temor. Aqui, como en todas partes donde
la gente pobre tiene muchos mas perros de los que puede mantener, las
casas son todas las noches merodeadas por perros hambrientos, a que
los peligros del oficio--un tiro o una mala pedrada--han dado
verdadero proceder de fieras. Avanzan al paso, agachados, los musculos
flojos. No se siente jamas su marcha. Roban--si la palabra tiene
sentido aqui--cuanto les exige su atroz hambre. Al menor rumor--no
huyen porque esto haria
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