n reganando y haciendo las paces.
Y se puso a describir con bastante gracia la vida matrimonial de su
hija. Lo mismo ella que el marido eran un par de chiquillos mimosos,
insoportables. Sobre si no la habia pasado el plato a tiempo o no la
habia echado agua en la copa, sobre los botones de la camisa, o si no
cepillaron la ropa, o tenia la ensalada demasiado aceite, armaban
caramillos monstruosos. Los dos eran Igualmente susceptibles y
quisquillosos. A veces se pasaban seis u ocho dias sin hablarse. Para
entenderse en los menesteres de la vida se escribian cartitas y en ellas
se trataban de usted--. "Asuncion me ha pasado un recado diciendome que
vendra a las ocho para llevarme al teatro. ?Tiene usted inconveniente en
que vaya?"--escribia ella dejandole la carta sobre la mesa del
despacho--. "Puede usted ir adonde guste"--respondia el por el mismo
procedimiento--. "?Que platos quiere usted para manana? ?Le gusta a
usted la lengua en escarlata?"--"Demasiado sabe usted que no como
lengua. Hagame el favor de decir a la cocinera que traiga algun pescado,
pero no boquerones como el otro dia, y que no fria tanto las tortillas".
Ninguno de los dos queria humillarse al otro. Asi que, esta tirantez se
prolongaba ridiculamente, hasta que ella, Pepa, los agarraba por las
orejas, les decia cuatro frescas y les obligaba a darse la mano. Luego,
en las reconciliaciones, eran extremosos.
--?Sabe usted, Pepa, que no quisiera estar yo alli en el momento de la
reconciliacion?--dijo Cobo haciendo alarde nuevamente de su malignidad
brutal.
--Tampoco yo, hijo--respondio, dando un suspiro de resignacion que hizo
reir--. Pero ique quiere usted! Soy suegra, que es lo ultimo que se
puede ser en este mundo, y tengo esa penitencia y otras muchas que usted
no sabe.
--Me las figuro.
--No se las puede usted figurar.
--Pues, querida, a mi me gustaria muchisimo ver a mis hijos
reconciliados. No hay cosa mas fea que un matrimonio renido--dijo la
bendita de Mariana con su palabra lenta, arrastrada, de mujer linfatica.
--Tambien a mi ... pero despues que pasa la reconciliacion--respondio
Pepa, cambiando miradas risuenas con Cobo Ramirez y Pinedo.
--iDe que buena gana me reconciliaria yo con usted, Mariana, del mismo
modo que esos chicos!--dijo en voz muy baja el almibarado general
Patino, aprovechando el momento en que la esposa de Calderon se inclino
para hurgar el fuego con un hierro niquelado. Al mismo tiempo, como
tratase de quitarsel
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