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--En verdad que es un angel, exclamo uno de ellos.
--iLastima que sea de marmol! anadio otro.
--No hay duda que aunque no sea mas que la ilusion de hallarse junto a
una mujer de este calibre, es lo suficiente para no pegar los ojos en
toda la noche.
--?Y no sabeis quien es ella? preguntaron algunos de los que
contemplaban la estatua al capitan, que sonreia satisfecho de su
triunfo.
--Recordando un poco del latin--que en mi ninez supe, he conseguido, a
duras penas, descifrar la inscripcion de la tumba, contesto el
interpelado; y a lo que he podido colegir, pertenece a un titulo de
Castilla,[1] famoso guerrero que hizo la campana con el Gran
Capitan.[2] Su nombre lo he olvidado; mas su esposa, que es la que
veis, se llama dona Elvira de Castaneda, y por mi fe que si la copia
se parece al original, debio ser la mujer mas notable de su siglo.
[Footnote 1: Castilla. See p. 34, note 1.]
[Footnote 2: el Gran Capitan. Gonzalo Fernandez de Cordoba (b. 1453,
d. 1515). A famous Spanish general, who served with distinction in
the wars against Portugal and the Moors, and in several Italian
campaigns.]
Despues de estas breves explicaciones, los convidados, que no perdian
de vista al principal objeto de la reunion, procedieron a destapar
algunas de las botellas y sentandose alrededor de la lumbre, empezo a
andar el vino a la ronda.
A medida que las libaciones se hacian mas numerosas y frecuentes, y el
vapor del espumoso _Champagne_ comenzaba a trastornar las cabezas,
crecian la animacion, el ruido y la algazara de los jovenes, de los
cuales estos arrojaban a los monjes de granito adosados en los pilares
los cascos de las botellas vacias, y aquellos cantaban a toda voz
canciones baquicas y escandalosas, mientras los de mas alla
prorrumpian en carcajadas, batian las palmas en senal de aplauso, o
disputaban entre si con blasfemias y juramentos.
El capitan bebia en silencio como un desesperado y sin apartar los
ojos de la estatua de dona Elvira.
Iluminada por el rojizo resplandor de la hoguera, y a traves del
confuso velo que la embriaguez habia puesto delante de su vista,
pareciale que la marmorea imagen se transformaba aveces en una mujer
real; pareciale que entreabria los labios como murmurando una oracion;
que se alzaba su pecho' como oprimido y sollozante; que cruzaba las
manos con mas fuerza; que sus mejillas se coloreaban, en fin, como si
se ruborizase ante aquel sacrilego y repugnante espectac
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