nada mas. Presumo que el motivo es este:
en vez de agotarme en una defensa angustiosa y a _toda costa_ contra
lo que sentia, como deben de haber hecho todos, y aun los marineros
sin darse cuenta, acepte sencillamente esa muerte hipnotica, como si
estuviese anulado ya. Algo muy semejante ha pasado sin duda a los
centinelas de aquella guardia celebre, que noche a noche se ahorcaban.
Como el comentario era bastante complicado, nadie respondio. Se fue al
rato. El capitan lo siguio un rato de reojo.
--iFarsante!--murmuro.
--Al contrario--dijo un pasajero enfermo, que iba a morir a su
tierra.--Si fuera farsante no habria dejado de pensar en eso, y se
hubiera tirado al agua.
#EL ALMOHADON DE PLUMA#
Su luna de miel fue un largo escalofrio. Rubia, angelical y timida, el
caracter duro de su marido helo sus sonadas ninerias de novia. Lo
queria mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento
cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva
mirada a la alta estatura de Jordan, mudo desde hacia una hora. El,
por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.
Durante tres meses--se habian casado en abril--vivieron una dicha
especial. Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rigido
cielo de amor, mas expansiva e incauta ternura; pero el impasible
semblante de su marido la contenia en seguida.
La casa en que vivian influia no poco en sus estremecimientos. La
blancura del patio silencioso--frisos, columnas y estatuas de
marmol--producia una otonal impresion de palacio encantado. Dentro, el
brillo glacial del estuco, sin el mas leve rasguno en las altas
paredes, afirmaba aquella sensacion de desapacible frio. Al cruzar de
una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un
largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.
En ese extrano nido de amor, Alicia paso todo el otono. No obstante,
habia concluido por echar un velo sobre sus antiguos suenos, y aun
vivia dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que
llegaba su marido.
No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se
arrastro insidiosamente dias y dias; Alicia no se reponia nunca. Al
fin, una tarde pudo salir al jardin apoyada en el brazo de el. Miraba
indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordan, con honda ternura, le
paso la mano por la cabeza, y Alicia rompio en seguida en sollozos,
echandole los brazos al cuello. Lloro largamente tod
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