che para mirarle inmovil, callado y sereno. Delante
de esta sombra era Lazaro muy elocuente, y siempre acertaba a expresar
lo que sentia; y sentia tanto el pobre, que a veces le daba uno de esos
accesos vehementes, en que el organismo se conmueve todo, quebrantado y
oprimido por la enorme expansion del espiritu. Salia de la casa por no
hallarse bien en ella, y volvia a entrar por no hallarse bien fuera. Por
fin, habia logrado formular un dialogo con Clara. La primera vez que
pudo hablar con ella un cuarto de hora seguido, se mostro muy enojado.
?Enojado? ?Porque? Despues empezo a darle las gracias. ?Las gracias?
?Por que? Despues le pidio perdon. ?Perdon? ?De que? Y acto continuo le
dijo que se iba a volver loco. ?Loco?... Su andar era errante. Se
dirigia a todas partes, y no llegaba a ninguna; se hallaba siempre donde
no queria estar. Pero a pesar de estas evoluciones de ciego, acontecia
que si Clara iba a alguna parte, ique casualidad! encontraba en ella a
Lazaro que la esperaba.
El alma de la muchacha no estaba sujeta a estas extranas perturbaciones.
Siempre sensible y feliz en su serenidad inocente, se dejaba llevar por
la corriente de una vida sin agitacion ni contratiempos. En su sitio
propio, para dar paz al animo y descanso a la fantasia, vivia sin
sentirlo digamoslo asi; y si alguna vez la entristecia algun
pensamiento, era el pensamiento de volver a la calle de Valgame Dios. La
amistad, casi desconocida por ella, fue entonces causa de que adquiriera
esa sutil delicadeza, que caracteriza los afectos femeninos, y esa
fluidez de ingenio que tanto los embellece y adorna.
Habia en el pueblo otra joven de la misma edad e identico caracter,
llamada Ana, hija de un rico labrador. Ana y Clara se hicieron intimas
amigas en pocos dias de trato. Ibanse todas las tardes a una huerta
perteneciente al padre de Ana, y alli, entretenidas con sus labores, se
pasaban conversando largas horas. En esta comunicacion de las dos
jovenes, Clara se desarrollaba moralmente con una rapidez desconocida.
Para quien habia pasado su juventud en compania de un viejo excentrico e
insociable, aquellas franquezas inocentes y el cambio simultaneo de
pensamientos, comunicados sin disimulo y en toda su hermosa sencillez
natural, realizaron en el alma de la huerfana una revelacion de si
misma, que fijo y fortalecio mas su bello caracter.
Cuando las dos amigas iban a la huerta, la maldita casualidad hacia que
Lazaro pasara por la entrada precisa
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