en las flores y las mujeres, muy especialmente
a la mujer del projimo. Era catador insaciable de la fruta del cercado
ajeno. Su vida se deslizaba modesta y feliz, regando las gardenias de su
jardincito de la calle de Ferraz y seduciendo a las esposas de los
amigos. Hacia esto ultimo por vocacion, como se deben hacer las cosas, y
ponia en ello todo el empeno y concentraba todas las fuerzas de su
lucida inteligencia, lo cual es de absoluta necesidad para hacer algo
grande y provechoso en el mundo. Sus conocimientos estrategicos, que no
habia tenido ocasion de aplicar en el campo de batalla, servianle
admirablemente para entrar a saco en el corazon de las bellas damas de
la corte. Bloqueaba primero la plaza con miradas languidas, acudiendo a
los teatros, al paseo, a las iglesias que ellas frecuentaban. En todas
partes el sombrero flamante y reluciente de Patino se agitaba en el aire
declarando la ardiente y respetuosa pasion de su dueno. Estrechaba
despues el cerco intimando en la casa, trayendo confites a los ninos,
comprandoles juguetes y libros de estampas, llevandoles alguna vez a
almorzar. Se hacia querer de los criados con regalos oportunos. Venia
despues el asalto; la carta o la declaracion verbal. Aqui desplegaba
nuestro general una osadia y un arrojo singulares que, contrastaban
notablemente con la prudencia y habilidad del cerco. Esta complejidad de
aptitudes ha caracterizado siempre a los grandes capitanes, Alejandro,
Cesar, Hernan Cortes, Napoleon.
Los anos no conseguian ni calmar su pasion por las altas empresas ni
mermar sus extraordinarias facultades. O por mejor decir lo que perdia
en vigor ganabalo en arte, con lo que se restablecia el equilibrio en
aquel privilegiado temperamento. Mas la fortuna, segun ha tenido a bien
comunicar a varios filosofos, se niega a ayudar a los viejos. El insigne
capitan habia experimentado en los ultimos tiempos algunos descalabros
que no podian atribuirse a falta de prevision o valor, sino a la
versatilidad de la suerte. Dos jovenes casadas le habian dado calabazas
consecutivamente. Como sucede a todos los hombres de verdadero genio en
quien los reveses no producen desmayos femeniles, antes sirven para
concentrar y vigorizar las fuerzas de su espiritu. Patino no lloro como
Augusto sobre sus legiones. Pero medito, y medito largamente. Y su
meditacion fue de fecundos resultados. Un nuevo plan estrategico,
asombroso como todos los suyos, surgio del torbellino de sus
pensamiento
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