la ciudad.
--Me alegro, me alegro muchisimo. ?De manera que no suelto las acciones?
--Nunca; el sindicato tiene seguridad de que antes de un mes subiran a
trescientos.
Los pocos que estaban en la broma rieron. Los demas fijaron en ellos sus
ojos con curiosidad.
--?Que es eso de los volcanes, Pinedo?--pregunto la esposa de Calderon.
--Senora, se ha formado una sociedad para establecer volcanes en las
poblaciones.
--iAh! ?Y para que sirven esos volcanes?
--Para la calefaccion, y ademas como objeto de adorno.
Todos comprendieron ya la burla menos la linfatica senora, que siguio
preguntando con interes los pormenores del negocio. Los tertulios reian,
hasta que Calderon, entre risueno y enojado, exclamo:
--iPero mujer, no seas tan candida! ?No ves que es una guasa que se
traen Pepa y Pinedo?
Estos protestaron afectando gran formalidad, pero la primera dijo al
oido del segundo:
--Si sera panfila esta Mariana, que hace ya tres meses que el general
Cruzalcobas le esta haciendo el amor y aun no se ha enterado.
Asi llamaba Pepa al general Patino, y no sin fundamento. A pesar de su
apuesta figura un tanto averiada, y de su continente marcial, Patino era
un veterano falsificado. Sus grados habian sido ganados sin derramar una
gota de sangre. Primero como ayo instructor del arte militar de una
persona real; miembro despues de algunas comisiones cientificas, y
empleado ultimamente en el ministerio de la Guerra, cultivando la
amistad de todos los personajes politicos; diputado varias veces;
senador por fin y ministro del Tribunal Supremo de Guerra y Marina, no
habia estado en el campo de batalla sino persiguiendo a un general
revolucionario, y eso con firme proposito de no alcanzarle nunca. Como
habia viajado un poco y se jactaba de haber visto todos los adelantos
del arte de la guerra, pasaba por militar instruido. Estaba suscrito a
dos o tres revistas cientificas; citaba en las tertulias, cuando se
tocaba a su profesion, algunos nombres alemanes; para discutir empleaba
un tono enfatico y sacaba voz de gola que imponia respeto a los oyentes.
Pero la verdad es que las revistas se quedaban siempre por abrir sobre
la mesa de noche, y los nombres alemanes, aunque bien pronunciados, no
eran mas que sonidos en su boca. Preciabase de militar a la moderna por
esto y por vestir siempre de paisano. Amaba las artes, sobre todo la
musica: abonado constante al teatro Real y a los cuartetos del
Conservatorio. Amaba tambi
|