rio, era una tragedia dolorosa. ?Quien sabe?... iDon Manuel habia
rodado tanto por el mundo, y habia sido tan galan y aventurero!
De pronto se le apago al sonador su vision misteriosa encendida en el
muro blanco del salon, sobre la cabeza rizosa de la nina.
Exhalo un suspiro amargo, y bajo los ojos para mirar sus manos
exanguees, extendidas sobre las rodillas. Era cierto que estaba muy
enfermo; ?iria a morirse ya?...
Carmencita, en este momento mecia a su muneca regaladamente, sentada en
un taburete en el hueco profundo de una ventana.
Llamaron a la puerta del salon, y al mismo tiempo anunciaron:
--El senorito Salvador.
--Que pase--dijo don Manuel, y la nina, levantandose, corrio a recibir
la visita con sonrisa placida.
Entro un joven mediano. Era mediano en todo lo aparente: en belleza, en
elegancia, en estatura; mediano era tambien en ingenio; solo en lealtad
y en nobleza era grande aquel mozo.
Tendria acaso veinticinco anos, y encontramos muy natural que el
caballero de Luzmela le dijese:
--iHola, medico!
No podia ser otra cosa sino medico este hombre que se presentaba de
visita calzando espuelas y botas de montar y llevando en la mano unos
guantes viejos.
Don Manuel se habia enderezado en el sillon de nogal y la nina enlazaba
su bracito al del mozo recien llegado.
--No sabes lo oportunamente que llegas, hijo--exclamo el enfermo.
--Que, ?se siente usted peor, acaso?
--Me siento mal siempre, muy mal; la hipocondria me consume, y tengo la
preocupacion constante de que voy a vivir ya contados dias.
--Precisamente esa es la unica enfermedad de usted: la monomania de la
muerte. Es una de las formas mas penosas de la psicosis.
--Si, si, sacame a colacion nombres modernos para despistarme. Lo que yo
tengo es algun eje roto aqui--y senalo su corazon--, y creo que aqui
tambien--anadio tocando su cabeza, prematuramente blanca.
Salvador se echo a reir con una impetuosa carcajada jovial, que rodo por
la sala con escandalo. La nina, muy seria y cuidadosa, escuchaba
atentamente.
Observandola don Manuel, le dijo:
--Vete, querida mia, a jugar abajo, ?quieres?
Ella, un poco premiosa para obedecer, objeto:
--?Pero de verdad tienes rota una cosa en el pecho y otra en la frente?
--No, preciosa, no te apures; son bromas que yo le digo a tu hermano.
Salvador la atrajo a sus rodillas y la acaricio tiernamente.
--Son bromas del padrino, Carmen; anda, corre a jugar.
Se fue con su paso m
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